Opinión | CONOCIDOS Y SALUDADOS

Luis Planas, capeando el temporal

Gran conocedor de las procelosas aguas comunitarias, el ministro vuelve a salir airoso de su cometido. No es extraño que apenas nadie cuestione su preparación, experiencia y capacidad

Luis Planas.

Luis Planas. / José Lores

“Háblame del mar, marinero”, imploraba Rafael Alberti. Y la nostalgia insuperable del adolescente tras abandonar el Puerto de Santa María para instalarse en Madrid le llevó a preguntarle líricamente al navegante “si es verdad lo que dicen de él, porque desde mi ventana no puedo yo verlo, porque desde mi ventana el mar no se ve”.

Son muchos los pescadores de aquel mismo mar que estos días han revisitado al poeta. Sospechan que algunos tecnócratas y científicos que llevaron a la Comisión Europea a plantear la reducción de la pesca en el Mediterráneo a solo dos días al mes tampoco atisban el mar desde sus despachos en Bruselas. Qué poco saben del trabajo, del esfuerzo, de la tradición y del arte de la pesca en las aguas que facilitaron el primer cruce de culturas de la historia de la humanidad. Profesionales preparados y concienciados acerca de los peligros ciertos y contrastados que nos acechan. Los efectos del cambio climático sumados a la pérdida progresiva de la biodiversidad y la necesidad de preservar la riqueza natural de unos fondos esquilmados donde los elementos contaminantes aumentan al mismo ritmo que la fauna desaparece, víctima de plásticos y mercurio. Profesionales suficientemente preparados pero demasiado acostumbrados a imponer sus dictados y poco dados al intercambio de impresiones, ahora con unos pescadores que asumen como propias las críticas habituales de los agricultores: la displicencia intelectual y la arrogancia administrativa que desprecian a quienes ignoran. Hombres y mujeres que tienen marcado en los surcos de sus caras y las huellas de sus dedos la dureza de una vida dedicada a llevar a nuestros platos la dieta más saludable.

Al final, tras una extenuante negociación, se impuso el sentido común. Durante el próximo año nuevas normas buscarán el equilibrio entre dos imperiosas necesidades: preservar y pescar. Miles de familias podrán seguir viviendo de su trabajo coloreando lonjas y enriqueciendo mercados. Todos reconocen que la solución ha sido posible gracias a la habilidad negociadora de Luis Planas Puchades (Valencia, 20 de noviembre de 1952).

El ministro valora el acuerdo como el más difícil de sus seis años al frente de la cartera de Agricultura, Pesca y Alimentación. Lo afirma con satisfacción controlada, consciente de haber nadado contracorriente. Defender la pesca de arrastre parece ya incompatible con respetar los lechos marinos. No obstante, tampoco ignora que la faena de los pescadores de hoy puede ser el hambre de sus familias para mañana si no se adaptan a los nuevos tiempos y tampoco alcanzan los grandes caladeros oceánicos. Allí de donde se extraen las variedades más comunes y consumidas para las que se amplían las cuotas y que ya conforman los gustos de las familias, que prefieren la comodidad a las espinas.

Gran conocedor de las procelosas aguas comunitarias, Planas vuelve a salir airoso de su cometido. No es extraño que apenas nadie cuestione su preparación, experiencia y capacidad. Ni siquiera sus opositores del PP, que le lanzaron cantos de sirena para ser alternativa socialista a Teresa Ribera. Competente y sagaz, el ministro los desoyó por verlos como toros azules en la primavera del mar. Allí donde el sol es el caporal y las mantillas las nubes que las mueve el temporal.