Opinión | UN CARRUSEL VACÍO
La guillotina
Me dan mucho miedo las redes sociales. Porque mezcladas con la verdad pueden existir también rencillas literarias o personales, o simples ganas de hacer daño
Me dan miedo las redes sociales. Tienen algo de plaza pública, de pueblo que pide la cabeza de su enemigo. De guillotina. Esa cabeza puede pedirse desde el anonimato, sin nada que perder. No somos del todo conscientes del poder de las redes, que han resultado fundamentales en el reciente triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos. No solo por la feroz campaña de apoyo que ha llevado a cabo Elon Musk, sino porque el algoritmo siempre premiará la afirmación hiperbólica antes que la moderación.
Otro ejemplo es el que hemos vivido en España tras la tragedia de la DANA, con bulos sobre la culpabilidad de Pedro Sánchez circulando sin obstáculos por Internet, captando a los menos informados, que, por desgracia, son muchos. Porque las redes no exigen filtrar la información o contrastarla. Cualquiera puede opinar, sentenciar, condenar.
Hace unas semanas, salieron a la luz varios casos de supuestos abusos sexuales por parte de una figura pública: el político Íñigo Errejón. El origen fue la cuenta de Instagram de la periodista Cristina Fallarás, donde iba publicando testimonios anónimos de las presuntas víctimas. Así hasta que la actriz Elisa Mouliaá denunció personalmente a Errejón ante la justicia.
Desde entonces, han proliferado las cuentas de Instagram de víctimas de violencia sexual en distintos sectores, que siguen el mismo esquema: publicación de testimonios anónimos que afirman haber sufrido agresiones sexuales y que se refieren a sus presuntos agresores con las iniciales de su nombre y apellido. En Madrid, está cobrando mucha popularidad una que se restringe al ámbito editorial; concretamente, al poético. En ella, la masa anónima ha arremetido especialmente contra un garito en el que se celebran todo tipo de eventos culturales desde hace una década. El circuito poético es muy cerrado en cada ciudad: si publicas poesía, tus lectores serán los mismos que publicarán en otro momento y a los que tú leerás. Todos nos conocemos, nos frecuentamos; siempre se ven las mismas caras en recitales y presentaciones de poemarios. Y, por supuesto, estamos perfectamente capacitados para identificar las iniciales de los presuntos agresores. Supongo que ocurrirá así en todos los ámbitos; yo hablo del poético, que es en el que más me muevo.
El caso es que ya se han cancelado varios eventos programados en el garito en cuestión y la gente no habla de otra cosa, porque nos gusta el morbo. Algunos testimonios son escalofriantes y describen violaciones, personas drogadas, forzadas, etc. Otros simplemente se quejan de que "Fulanito era un baboso" o de que "Menganito me invitó a su casa y tuvo relaciones conmigo y, al día siguiente, dejó de hacerme caso para centrarse en una amiga mía". Lo grave y lo ligero mezclado en la misma sopa.
Se me ponen los pelos de punta leyendo algunas de esas declaraciones y comprendo lo asustadas que estarían las mujeres que las sufrieron. Pero, insisto: me dan mucho miedo las redes sociales. Porque mezcladas con la verdad pueden existir también rencillas literarias o personales, o simples ganas de hacer daño. Si es cierto que algo tan horrible está pasando, animaría a esas mujeres a que denunciaran su caso en una comisaría para que los presuntos culpables pudieran ser juzgados, como ya ocurre con uno de los más mencionados, que fue denunciado antes de la existencia de esta cuenta. Quiero creer que la justicia tendrá los medios adecuados para proteger a las denunciantes, porque, si no fuera así, viviríamos en un tremendo caos en el que primaría el silencio de las víctimas o la caza de brujas. El hecho de que las autoras de los testimonios puedan ocultarse tras el anonimato entraña un gran peligro. Imaginemos, por ejemplo, que un poeta que quiere vengarse de otro se abre un perfil falso y escribe a esta cuenta, inventándose un caso de agresión. La imagen del otro quedará dañada y no tendrá armas para defenderse, ni siquiera sabrá de quién se defiende. ¿Cómo podemos estar seguros de que no ocurre ya?
Debemos actuar por el cauce oficial; luchar contra el silencio o el miedo de las víctimas, pero sin olvidar que estamos hablando de cosas muy graves y que las redes son un arma de doble filo. Seamos responsables. Esta situación nos está enseñando que el apoyo a las víctimas de violencia sexual es multitudinario. Aprovechando el momento presente, animo a esas mujeres que han denunciado su caso desde el anonimato a que lo lleven ante la justicia, porque esa es la única forma de que castiguen a los culpables y de que otras personas no vuelvan a sufrir los mismos abusos. Evitemos quedarnos simplemente en la polémica.
- Ángela Quintas, nutricionista: 'El 50% de la población está infectada de 'Helicobacter pylori' y es muy difícil de erradicar
- Begoña Gómez alerta de que Peinado se ha confundido al decir que sus investigaciones no pueden ser recurridas
- Un trabajador de la Diputación de Badajoz declara ante la jueza que David Sánchez logró su puesto por su entrevista de trabajo
- Un pequeño Bernabéu en Vallecas: el estadio del Rayo tendrá restaurantes, más aforo y estará adaptado para otros eventos
- La librería de terror que lleva 20 años oculta en un piso de Madrid: 'No tiene sentido venir a por un libro de Pérez-Reverte
- El pueblo de Burgos con solo 385 habitantes que tiene dos de las mejores tortillas de patata de España
- ¿Tienes un hijo favorito? La ciencia confirma lo que muchos padres y madres niegan
- El fiscal del 'caso hidrocarburos' asegura que Aldama esconde 70 millones en el extranjero