Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

¿Hacia dónde se dirige la administración Trump?

Una recesión sería catastrófica para los intereses de la nueva derecha que capitanean J. D. Vance, por un lado, y los libertarios tecnológicos seguidores de Elon Musk, por el otro

Donald Trump, presidente electo de EEUU.

Donald Trump, presidente electo de EEUU.

Es probable que el futuro de la presidencia de Donald Trump se decida en los dos primeros años y en el ámbito de la economía. Una recesión sería catastrófica para los intereses de la nueva derecha que capitanean J. D. Vance, por un lado, y los libertarios tecnológicos seguidores de Elon Musk, por el otro. Una rápida aceleración del PIB, en cambio, prácticamente garantizaría cuatro años más de dominio republicano.

La cultura y la economía, los valores personales y el enriquecimiento individual son los pilares sobre los que sostiene el discurso antisistema del trumpismo, con el añadido de una mirada internacional que desdeña el Eje Atlántico para centrarse sin complejos en el desafío planteado por China. ¿Dónde se juega el futuro según los criterios del nuevo ejecutivo? Podemos señalar algunos de ellos:

A. Olvidarse del cambio climático para priorizar el acceso a las fuentes de energía tradicionales –el petróleo, la electricidad y el gas natural–, más baratas que nunca, y ganar competitividad industrial.

B. Aplicar un ajuste severo a la administración con el fin de eliminar el déficit público y liberar una ingente cantidad de recursos destinados a avanzar en las rebajas fiscales –el impuesto de sociedades, por ejemplo, o el de la renta– y a propiciar la reindustrialización del país en campos considerados clave como el militar.

C. Casi de idéntica importancia es llevar a cabo una desregularización masiva en sectores como la Inteligencia Artificial, la energía o la vivienda. Hablamos de una liberalización extrema que favorecería la concurrencia de un fuerte flujo inversor. A su vez, la banca y las criptomonedas serían también las grandes beneficiarias.

D. Sorprende que no hayan tenido en cuenta los efectos perniciosos para la economía de una deportación masiva como la que plantean. ¿Es sostenible expulsar a once millones de ilegales? Lo dudo. ¿Es moral hacerlo? Indudablemente no.

La experiencia de la historia nos habla de los riesgos asociados al choque de dos potencias imperiales

Junto a las reformas económicas –se diría que mucho más agresivas que las plantearon Reagan y Thatcher en la década de los ochenta–, el movimiento MAGA (Make America Great Again) impulsa un giro conservador en contra de los postulados woke y un posicionamiento exterior que consolide los intereses estadounidenses frente a China. ¿De qué modo? Incrementando la autonomía industrial estadounidense, comprometiendo la posición dominante de Beijing en el Extremo Oriente y, sobre todo, garantizando la supremacía tecnológica de Washington en sectores esenciales como la Inteligencia Artificial para usos militares. Y –al lado de China– Irán, al que se va a enviar un mensaje muy claro: no se permitirá bajo ningún concepto que Israel pierda el monopolio de las armas nucleares en el Próximo y Medio Oriente. Ucrania, por su parte, va a convertirse en un problema europeo. Ya lo era antes y lo seguirá siendo en el futuro, por más que se firme un precario armisticio.

Para el politólogo búlgaro Ivan Krastev, no es sólo que la historia haya vuelto, sino que también ha regresado el futuro, aunque ahora convertido en amenaza. No debería sorprendernos, si bien todos nuestros esfuerzos han de encaminarse a evitar una tercera guerra mundial. El futuro resulta una incógnita, pero la experiencia de la historia nos habla de los riesgos asociados al choque de dos potencias imperiales. Treinta y cinco años después, se diría hoy que el triunfador tras la caída del Muro en 1989 no fue la democracia liberal –como ingenuamente creímos entonces– sino China y su autoritarismo de rostro tecnocrático. Y Europa, sencillamente, ha desaparecido como referente internacional.