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Eduard Fernández: un actor, dos pantallas

Disfrutar de sus caracterizaciones con pocos días de diferencia, lejos de provocar la sensación de repetición tan habitual en otros casos, ahonda en la admiración por su versatilidad y en el aplauso por su entrega

Eduard Fernández

Eduard Fernández / Redacción

Vivimos rodeados de personajes en busca de autor. Trayectorias que, como aquellos protagonistas de la obra de Pirandello, necesitan explicarse públicamente. Y piden a gritos salir de los pequeños círculos que los han creado para incorporarse al gran teatro del mundo donde el público conocerá sus verdades y sus mentiras. El cine está contribuyendo a hacerlo con dos de ellos: Manolo Vital y Enric Marco.

El primero es el protagonista de 'El 47'. La historia real de la resistencia a saberse y sentirse abandonados por la administración. La rebelión pacífica de quienes, hartos de su invisible marginalidad y permanente acatamiento, empujan al protagonista a alterar por un rato la ruta del autobús que conduce para cambiar la vida de un barrio entero para siempre. Es la imagen de la fuerza de la sociedad cuando, cansada de esperar, dice basta y convierte la prudencia y el silencio, el temor y la resignación, en una explosión de sana legitimidad reivindicativa, alegre y festiva. La humildad como cara de la moneda.

La cruz se expone en la personalidad narcisista y contradictoria de quien vivió instalado en la falsedad e hizo de ella el motor de su existencia. Enric Marco nunca estuvo en un campo de exterminio nazi pero lo contaba como si fuera un superviviente. Y daba el pego. Se valía de las vivencias de quienes eran incapaces de exponer tanto horror porque habían convivido realmente con el hambre y la muerte. Su fuerza vital adornaba una exposición que ayudaba a entender la dimensión del drama pero a costa de violar la intimidad de las auténticas víctimas, entre las que no constaba.

El común denominador de Vital y Marco es Eduard Fernández Serrano (Barcelona, 25 de agosto de 1964). El soberbio actor que da vida a ambos personajes actualmente en pantalla con una autenticidad indudable y una convicción indescriptible. Disfrutar de sus caracterizaciones con pocos días de diferencia, lejos de provocar la sensación de repetición tan habitual en otros casos, ahonda en la admiración por su versatilidad y en el aplauso por su entrega. Tanto por los respectivos aspectos físicos - barrigudo Vital, orondo Marco – como por las modulaciones de voz y acentos –chapurreando el uno, farfullando el otro - pero siempre verídicos y nunca impostados, auténticos y no caricaturizados.

Dirigido por los mejores pero adaptándose como el mejor, Eduard Fernández ha construido un historial artístico amplio y compacto. Sinónimo de solvencia y rigor profesionales ha interpretado a grandes héroes y a abyectos villanos. A las personalidades más encomiables y a los farsantes más controvertidos, porque entiende que ponerse en la piel de todos ellos y sin juzgarlos le da una cierta visión del mundo que le permite comprenderlo que no compartirlo.

Se dice permeable a la crítica e inmune al elogio pero se deja seducir por los halagos y celebra los premios. El absorto paseante Fernández que va por la calle cavilando sus papeles ajeno a su alrededor se complementa con el Eduard próximo, abierto, franco, sincero y amable. Quizás porque sabe que algunos personajes han encontrado en él al actor que necesitaban para proyectarse. Y él, creando lo verosímil, ha conseguido que parezcan verdaderos porque, según Pirandello, actuar es fingir las cosas en serio.  

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