Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR
Agravios comparativos
Tontos que preguntan sin cesar por qué en Valencia no existen imágenes con las emblemáticas mantas rojas que solemos ver en la llegada de los inmigrantes a nuestras costas
Las desgracias no esperan turno, ni hacen cola. A menudo se yuxtaponen sin dar un respiro, y otras, incluso, se solapan en el tiempo, colapsando nuestra capacidad de digestión y es difícil entonces establecer cuál está por encima de la otra. Y lo mismo sucede con sus protagonistas. Sin embargo, hay quien se empeñan en priorizar tragedias y damnificados, y al hacerlo, dejan muy claro el pie del que cojean. Pronto hará dos semanas de que la peor gota fría del siglo en España asolara vidas y pueblos en la Comunidad Valenciana, principalmente, y desde los primeros días, los impresentables de turno empezaron con los supuestos agravios comparativos.
En las redes sociales, algunos sujetos con nombres y apellidos y otros camuflados con alter egos, utilizan a las víctimas y a los afectados por la DANA para atacar a otros colectivos u organizaciones, haciéndolos de menos o de más.
Tontos que preguntan sin cesar por qué en Valencia no existen imágenes con las emblemáticas mantas rojas que solemos ver en la llegada de los inmigrantes a nuestras costas. Bobos que buscan y señalan la ausencia de burkas entre los miles de voluntarios del ya conocido como ‘Puente de la solidaridad’. Imbéciles que solicitan el desalojo de refugiados, para que los que han perdido sus casas por el agua encuentren un nuevo hogar. O necios que aseguran que el Gobierno tiene dinero para los ‘MENA’ pero no para los damnificados.
Ataques gratuitos y malintencionados para, supuestamente, defender las necesidades y la preponderancia de los ciudadanos españoles, que en estos momentos necesitan ayuda. Según ellos, hay que olvidarse de todos los demás, que son secundarios, y centrar todos los esfuerzos en auxiliar a los patrios.
Un discurso que se resume en: primero y sólo los nuestros, que no es baladí y que cada día está más presente en según qué sectores de nuestra sociedad. No en vano es una de las piedras angulares del populismo más salvaje con el que Donald Trump ganó las elecciones por goleada la semana pasada en Estados Unidos.
Poner el foco en lo local es humano y entendible. De hecho, se aprende en primero de Periodismo. Nos llega, nos emociona y nos mueve a actuar más lo cercano, de manera indirectamente proporcional a los kilómetros que nos separan de la ‘zona cero’.
Pero en según qué circunstancias no es necesario tener muchas luces para darse cuenta de que puede ser un criterio bastante simplista. No creo ser la única que al contemplar la desolación y la destrucción de Paiporta o Utiel piensa en Gaza, y en todas las imágenes que desde allí nos llegan a diario desde hace más de un año y que ya han dejado de abrir los informativos.
El horror y el sufrimiento que están padeciendo los valencianos nos llega más por una clara cuestión de proximidad, pero no hay ninguna escala en la que puntúen ni más ni menos que los de otros seres humanos. Es nuestro deber, y el de nuestros gobernantes, ayudarles para intentar paliar en lo posible su pérdida y su dolor, pero hacerlo nunca debería ser incompatible con el auxilio y la empatía con otros seres humanos, que por diferentes circunstancias se encuentren desamparados y/o sin hogar.
Ese "quítate tú pa’ que se ponga el mío" es la base de un sistema en el que algunos están convencidos de ser superiores a los demás, por lengua, raza o religión. Un modelo egocentrista de un primer mundo que se cree su ombligo y que ahora vuelve a estar en boga, desde que los fascistas y los matones han salido de los armarios y campan a sus anchas, envalentonados con el triunfo y el ejemplo de macarras como Trump y los de su ‘casta’.
Es demencial intentar subrayar el sufrimiento de unos denostando y haciendo de menos el de otros, cuyas circunstancias no son tan excepcionales o de actualidad. Aprovechar unos momentos tan desoladores para lanzar mensajes interesados, partidarios y racistas, que sólo retratan a los emisores.
Tragedias, como las de la DANA, sirven para sacar lo mejor de unos y despertar el oportunismo de otros, que ya sea para hacer política o para expresar sus ideas más reaccionarias sin complejos, no dudan en utilizar el mal ajeno como arma arrojadiza o moneda de cambio. Lo esperanzador es comprobar que son sólo unos pocos, aunque hagan mucho ruido, y que el resto sigue demostrando cada día que la compasión y la solidaridad pueden ser como el amor de una madre: hay para todos.
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