Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE
Rodri, el futbolista que no merecía el Balón de Oro
La gala del Balón de Oro está pensada para que suba Vinicius al escenario, baile, ría, pronuncie unas naderías sobre el racismo e insulte a algún espectador que no le aplaudió con suficiente frenesí

El futbolista Rodri, con su Balón de Oro. / EPE
No sé si era Cruyff o Luisito Suárez, probablemente los dos, quien contaba que para recibir el Balón de Oro, en un día de partido de liga se llegó hasta el campo del Barça un periodista de L’Equipe -publicación que lo concedía- y antes de empezar el encuentro, le entregó el trofeo en el círculo central. Aplaudirían algunos de sus compañeros, los que en ese momento no estaban atándose las botas o haciendo estiramientos, más unos cuantos aficionados, los que habían llegado un poco antes del partido y no estaban en el bar comprando un bocadillo (antaño uno podía comprar un bocadillo y hasta una cerveza en un estadio de fútbol, sin necesidad de pedir un crédito).
Entonces el agraciado le cedía el Balón de Oro -un trofeo pequeñito, más parecía la réplica de una pelota de balonmano, o incluso de tenis, que de fútbol- al utillero para que lo guardase junto al linimento Sloan, y al final del partido, si había suerte y el mejor futbolista de Europa no lo olvidaba, lo recogía y se lo llevaba a casa. A menos que, tras el encuentro, se fuera con los compañeros a tomar cervezas, como se solía entonces, en cuyo caso dejaría el trofeo en la taquilla para recogerlo otro día, finalizado del entreno. Más de uno de aquellos grandes futbolistas soportó la bronca de su mujer por llenar la casa de trastos, a ver dónde pongo yo ahora esta pelota ridícula que me has traído, Johan.
Rodri hubiera merecido una ceremonia como esa, de cuando el fútbol era fútbol, y los tatuajes, cosa de presidiarios. Los fastos en París, con Photoshop, alfombra roja, actuaciones musicales, escotes y redes sociales están bien cuando el Balón de Oro lo ganan futbolistas-espectáculo, de los que en lugar de masajista y un cuñado que les lleva las cosas con la prensa, tienen fisioterapeuta personal, estilista y community manager. O sea, cuando lo gana alguien como Vinicius. La gala del Balón de Oro está pensada para que suba Vinicius al escenario, baile, ría, pronuncie unas naderías sobre el racismo e insulte a algún espectador que no le aplaudió con suficente frenesí, todo ello embutido en un traje de lentejuelas, reloj de oro y diamantes, y unos zapatos de piel de serpiente. Así las cosas, es natural que el pobre Vinicius pillara una rabieta cuando supo que no iba a recibir un premio creado a propósito para que lo recoja él, todos los niños agarran un berrinche si no se les concede un capricho.
¿Alguien merece más que Vinicius un premio que es más espectáculo que fútbol? Rodri no, desde luego, un tipo que se dedica solamente a jugar al fútbol, por bien que lo haga, debería de estar fuera de las candidaturas. Tan seguro estaba Vinicius de que el Balón de Oro sería para él, que llevaba meses intentando memorizar un par de palabras de agradecimiento en su lengua natal. El jurado debería haber valorado tan encomiable esfuerzo.
Rodri, en cambio, ahí sobraba. No lleva tatuajes, se corta el pelo en la barbería -ni siquiera peluquería- de la esquina y tiene como pareja a su novia de toda la vida en lugar de a una influencer, algo totalmente fuera de lugar. Y más, teniendo en cuenta que a esa novia la conoció en la facultad, cosa que la mayoría de futbolistas supone que es el nombre de una discoteca de moda. Un futbolista que cuando jugaba en el Villarreal aprovechaba para estudiar en la universidad de Castellón de la Plana y que se compró un Opel Corsa de segunda mano por 3.000 euros, debería recibir el Balón de Oro a la manera de Suárez y Cruyff, en un aparte en el descanso de un partido contra el Osasuna. Como los futbolistas de verdad.
Declaró hace unos días Benzema que Rodri no hace nada que le sorprenda jugando a fútbol, cosa que sí hace Vinicius, imagino que se refería a que el brasileño es capaz de llamarle loco al árbitro sin ser expulsado, cosa -hay que reconocerlo- realmente sorprendente. El exfutbolista Paul Scholes, en cambio, afirmó que Rodri "ilumina un estadio para la gente que entiende de fútbol", lo que ocurre es que esos son sólo cuatro gatos.
Rodri no habla mucho, y cuando lo hace, es con el balón en los pies, de ahí que su Balón de Oro sea el premio a centrocampistas españoles y mudos del pasado, como Xavi, Iniesta o Busquets. Rodri no puede ser un ídolo, lo dejó escrito un gran futbolero como Roberto Fontanarrosa en su relato Lo que es un ídolo: "Sos demasiado perfecto, viejo. Si no tenés ninguna fulería, si no te han cazado en ningún renuncio... ¿Cómo mierda la gente se va a sentir identificada con vos? ¿Qué tenés en común con los monos de la tribuna? No, mi viejo". Rodri es un chico normal. A quién se le ocurre ser un chico normal y ganar un Balón de Oro.
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