Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO
El sentido común, en estado de emergencia
A pesar de pasarnos el día blasfemando de las redes sociales, ahora han salido algunos medios que pretenden vender bulos por suscripción
A pesar de lo que parezca, los periodistas no somos insensibles a las historias que explicamos. La tragedia de Valencia nos sacude por las historias humanas que manejamos cada día, casi cada minuto. Gente que no sabe donde están sus muertos, que lo ha perdido casi todo y que vive con lo puesto, rodeada de barro y sin casi nada de lo imprescindible. Y esto pasa a muy pocos kilómetros de una de las grandes urbes del sur de Europa, lo cual quiere decir que el problema no es la escasez sino la gestión. Cada día nos levantamos con la esperanza de que las cosas mejoren. Pero empeoran. Hace una semana pensamos que quizás no se gestionó bien la emergencia y los avisos fueron con retraso. Aparquemos eso, nos dijimos, y concentrémonos en cómo van a gestionar la localización de los muertos.
Hoy aún no tenemos ni una lista oficial de desaparecidos. Al menos serán diligentes en la identificación de las víctimas y la atención a los familiares. Justo este lunes se ha puesto en marcha un servicio de psicólogos que cerrará a las 19:00 horas de la tarde. Se ve que la angustia llega a horas convenidas. Por fin, pensamos que lo que sí funcionaría sería la coordinación institucional para repartir los efectivos del Ejército y de la Policía Nacional para desescombrar y limpiar. Nada de nada de nada. A cada decisión, la torpeza es mayor. Y a cada torpeza se multiplica el enfrentamiento institucional. Ya no sabemos qué escribir.
Tampoco en el gremio periodístico, las cosas han funcionado mucho mejor. A pesar de pasarnos el día blasfemando de las redes sociales, ahora han salido algunos medios que pretenden vender bulos por suscripción y confunden el acta de una reunión con las notas de uno de los asistentes. Y cuentan muertos antes de que se localicen los cadáveres. La indignación popular queda circunscrita a una discusión sobre a qué autoridad insultaron más. La protesta sensata aplastada por la anécdota de Alvise Pérez. Y ahora el remate: el juego del gato y el ratón acaba con Feijóo pidiendo que destituyan a Mazóny declaren el estado de emergencia. Hemos perdido la esperanza así que: ¿cuál será el despropósito de mañana?
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