Opinión | CONOCIDOS Y SALUDADOS
Serrat: el poeta y el mar
El cantante aúna el arte de la poesía y la música al servicio de los valores compartidos, la tolerancia, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas y un necesario afán de libertad

Joan Manuel Serrat.
Al Mediterráneo se le considera un mar de culturas. Su oleaje arrastra miles de años de historia que han ido conformando la esencia de nuestra identidad. Lo que somos hoy. La literatura lo ha narrado en tantas páginas como siglos aglutina. Mucho más próximo en el tiempo, Baltasar Porcel lo describió en un ensayo centrado en su particular mirada sobre las bases de la civilización occidental. Lo ha ratificado en incontables libros el eminente historiador David Abulafia. Lo hace suyo el sentir popular, cuando entona que "en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno que han vertido en ti cien pueblos, de Algeciras a Estambul…".
Con ese espíritu y en un intento de concentrar este bagaje, Barcelona se postuló para ser sede de la capitalidad política de un mar que, a fuerza de desventuras, tiene una alma profunda y oscura. Y en ese ir y venir de deseos, propósitos y realidades, el próximo lunes representantes de los gobiernos de todos sus países y de ambas costas acudirán a la llamada de la Unión Europea para hablar de lo suyo que es lo nuestro. Lo que nos afecta. Lo que nos une y lo que separan las guerras, los conflictos, la desigualdad y el deseo irrefrenable de alcanzar el norte por parte de aquellos que esperan su momento, apostados en el sur como hicieron otros muchos antes. Primero para saber qué había más allá del horizonte. Luego, cuando les contaban la buena nueva, para aventurarse a cruzar las aguas empujados por el anhelo de una vida mejor, a pesar del riesgo que el temporal desguace sus alas blancas. Y en estas seguimos. Viendo como las pateras alcanzan incluso las Baleares, lejanos puertos de azarosa llegada.
Ante tanta inclemencia, el autor del himno que ha llevado la luz y el olor del Mediterráneo por donde quiera que haya ido, lamenta la degradación del mar que le inspiró. Y además de la contaminación y el efecto nocivo del turismo que la multiplica, llora por el sarcófago inmenso en el que se ha convertido y donde yacen miles de sueños. Los de quienes no podrán contar sus legítimas aspiraciones. Aun así, Joan Manuel Serrat (Barcelona, 27 de diciembre de 1943) mantiene que aquella nuestra canción sigue vigente, porque fue el fruto de una ensoñación. Lo dijo en Oviedo, antes de recoger el premio Princesa de Asturias de las Artes, concedido porque Serrat aúna el arte de la poesía y la música al servicio de los valores compartidos, la tolerancia, la riqueza de la diversidad de lenguas y culturas y un necesario afán de libertad. Esa es la raíz mediterránea. La que pervive a pesar de los pesares y la que Joan Manuel sigue defendiendo ahora, desde la privacidad que le brinda su retiro de los escenarios. Esto, insiste, no supone que haya dejado de componer aunque solo lo haga cuando se lo pide el cuerpo, porque su momento marca otro tiempo a las cosas. Y como no tiene ningún interés en la posteridad porque él ya no se enterará de nada, aprovecha una etapa más calmada para encontrarse a sí mismo. Y cuando siente nostalgia, reflexiona y concluye que lo que no puede ser, no puede ser. Pero lo que fue, aquí sigue. Y como afortunadamente fue mucho y bueno, el reconocimiento también sirve para agradecérselo y mantenerlo vigente. Es lo que tiene la poesía según su admirado Benedetti, que además de sincera es irreversible.
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