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Inmigración

El fenómeno migratorio debe abordarse sin buenismo ni demagogia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ,y el de la República de Senegal, Bassirou Diomaye Faye.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ,y el de la República de Senegal, Bassirou Diomaye Faye. / Pool Moncloa / Fernando Calvo

Ni buenismo ni demagogia. El debate de la inmigración tiene tanta trascendencia que la opinión pública debe exigir al Gobierno y a los partidos de la oposición que lo aborden desde la responsabilidad y eludir, en la medida de lo posible, la confrontación política. No en vano, como ha quedado claro en los últimos días, PSOE y PP están de acuerdo en lo básico, que la inmigración tiene que ser segura, ordenada y regular, por lo que existe una base para alcanzar un acuerdo.

El primer paso tiene que ser asumir que existe un problema. La inmigración ha pasado de ser la novena preocupación de los españoles a situarse en el cuarto lugar. En Francia o Reino Unido, por ejemplo, está en la cúspide de los problemas de los ciudadanos. Por ello hay que desterrar el buenismo: en los barrios se están produciendo problemas de convivencia y negarlos no hace ningún favor a los propios inmigrantes. Sólo hay que hablar con profesores que trabajan en según qué centros escolares de Madrid o Barcelona.

El segundo paso es aceptar que la migración no es un fenómeno pasajero. Son cíclicas las crisis de los cayucos en las islas o los saltos a la valla en Ceuta o Melilla, pero la mayoría de los migrantes entran por los aeropuertos con visados de estudiante o turista. Y según un estudio del pasado mes de abril del Banco de España, este país necesitará 24 millones de migrantes dentro de tres décadas para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas.

España, por tanto, precisa una inmigración segura, ordenada y regular, aunque ninguno de los dos grandes partidos han adoptado medidas efectivas desde el Gobierno para conseguirlo. El presidente canario, Fernando Clavijo, anunció ayer que llevará al Ejecutivo de Sánchez a los tribunales por "dejación de funciones". Es una llamada de auxilio, otra más, que no debería caer en saco roto porque pone en dedo en la llaga de cómo España (mal) gestiona la migración.

Este periódico explicaba la semana pasada cómo el CETI de Melilla se había llenado de latinoamericanos en busca de asilo ante el colapso de las citas en la península. Hoy, Roberto Bécares y Ana Ayuso nos relatan cómo el compromiso adquirido por el presidente Sánchez hace unos días durante su gira por Mauritania, Gambia y Senegal es de difícil cumplimiento por el colapso administrativo que sufren todos los trámites vinculados con la migración: es imposible conseguir una cita, los teléfonos comunican constantemente, los retrasos superan los tres meses. Todo ello está haciendo florecer un lucrativo negocio negro que se beneficia de la necesidad de los migrantes y la ineficacia de la Administración.

Son dos ejemplos de un fenómeno complejo que necesita mucha gestión para no dar combustible a los discursos populistas.