Opinión | POLÍTICA

Feijóo y las expectativas

El líder del PP y Pedro Sánchez se encuentran ante sus respectivas pruebas de fuego

Sánchez y Feijóo, en los contactos previos a la investidura.

Sánchez y Feijóo, en los contactos previos a la investidura. / José Luis Roca

En la política actual, los liderazgos tienden a ser breves. Los gobernantes y los candidatos disponen de un plazo, establecido en la ley o decretado por los votantes, para cumplir sus objetivos. Los primeros, aunque no haya impedimento legal, en contadas ocasiones consiguen una segunda reelección. El caso de Angela Merkel, que ganó cuatro elecciones consecutivas, es una excepción. Los segundos, raras veces disfrutan de una tercera oportunidad. Por lo general, tras un fracaso en el segundo intento son relevados en su condición de aspirantes. Entre los presidentes electos, en España solo Felipe González ha logrado superar ese límite. No obstante, los gobiernos de esta etapa democrática han gozado de cierta estabilidad. Aznar completó dos legislaturas al frente del Ejecutivo y a Zapatero le faltaron unos meses en la segunda. Por distintos motivos, Suárez y Rajoy abandonaron antes La Moncloa. Calvo Sotelo asumió el cargo de forma provisional. Por hacer un contraste claro, en la última década los británicos han tenido seis primeros ministros.

La conclusión que se deduce de lo expuesto es que Pedro Sánchez y Feijóo se encuentran ante sus respectivas pruebas de fuego. Para el Presidente consiste en obtener una tercera investidura y dar continuidad a una trayectoria irregular, marcada por la pérdida y posterior recuperación de la dirección de su partido, el acceso al poder mediante una moción de censura y una derrota en las urnas. A pesar de todo, ha cumplido un sexenio en la jefatura del Gobierno y, si es capaz de dilatar la legislatura, podría superar a sus homólogos más longevos. El reto está a su alcance, puesto que no tiene obligación de convocar elecciones durante casi tres años y en el Congreso tampoco se atisba una amenaza firme de poner fin a su gobierno. Pero es evidente que está en dificultades, de todo tipo, y que los problemas a su alrededor tienen traza de crecer. La sensación del momento político es que el Gobierno ha perdido la iniciativa, no responde, se encoge y huye de los asuntos polémicos que se le agolpan. Las comparecencias de la ministra portavoz son una calamidad. La convocatoria precipitada del congreso federal del PSOE se percibe como una maniobra a la defensiva o lo que, hablando estrictamente, es un cerrojazo. La opinión pública está a un paso de dar por amortizado a este gobierno.

Las próximas elecciones, al efecto lo mismo da cuando se convoquen, determinarán si hay cambio de gobierno y serán, a buen seguro, un examen final para el liderazgo de Feijóo en el PP. El partido tiene grabado en la memoria que Pedro Sánchez empleó malas artes para desbancar a Rajoy y se ha propuesto como principal objetivo abatir el sanchismo, algo que estaba confiado en conquistar en las pasadas elecciones y no pudo celebrar, aunque las ganara, lo que provocó una enorme frustración en sus filas. Feijóo tomó los mandos del PP con la misión de derrotar políticamente, no solo en el número de votos, a Pedro Sánchez y apartarlo del poder. Así que el líder popular se mide con sus expectativas. Un fracaso en el segundo intento, ya fuera ganando las elecciones o, peor aún, perdiéndolas, podría acabar con la paciencia de la hinchada conservadora y animar a los aspirantes, pueden ser varios, que esperan su turno.

Sánchez y Feijóo, que libran un duelo a todo o nada, empiezan a estar apremiados por el tiempo

El discurso pronunciado en Pontevedra, con el que inauguró la temporada política, deja traslucir el carácter de Feijóo y lo que está en juego. Político que en su actuación pública evita exaltar las emociones, tuvo un instante en su alocución en que perdió la voz al referirse a la constancia que tenía de lo muy apreciado que era Rajoy. En su alocución, habló del gobierno que no gobierna, de la inmigración y, citando a Venezuela y a España, de la defensa de la democracia en el mundo. Pidió unidad a su partido y prometió la victoria en las próximas elecciones con un margen de ventaja suficiente para, por fin, sustituir al Gobierno. Feijóo asegura que eso sucederá y, aunque no puede decir cuándo, sí afirma que el cambio se hará de un modo muy distinto al proceder de Sánchez.

Decidido a ejercer una oposición implacable, ha elegido el asunto que le servirá de trampolín para tomar impulso: la financiación autonómica y la igualdad de los españoles. Vista la posición adoptada por el PP respecto a los partidos nacionalistas, parece que Feijóo ha subido la apuesta y persigue una mayoría absoluta que le permita en lo posible prescindir de su eventual apoyo. Sánchez y Feijóo son dos dirigentes políticos enzarzados en un duelo a todo o nada, que empiezan a estar apremiados por el tiempo y lo que en sus partidos y entre sus votantes esperan de ellos.