Opinión | VIOLENCIA DE GÉNERO
¡Devuélvele el móvil al crio!
Acompasar nuestra desconexión y la suya no siempre es fácil y puede generar tensiones y dudas, ¡muchas dudas! sobre qué debemos hacer con el tema de las pantallas.

¡Devuélvele el móvil al crio! / Freepik
Agosto, vacaciones, niños, olas de calor, pantallas. Teles, ordenadores, teléfonos, consolas, tablets… madres y padres de adolescentes intentando relajarnos y descansar mientras no dejamos de ser progenitores de niños y niñas que también merecen vacaciones, ocio y desconexión. Pero acompasar nuestra desconexión y la suya no siempre es fácil y puede generar tensiones y dudas, ¡muchas dudas! sobre qué debemos hacer con el tema de las pantallas.
Les diré que yo, como madre de adolescente, y también como política y portavoz en la comisión de estudio para el uso de las tecnologías en la infancia y la adolescencia en el parlamento madrileño, y después de haber escuchado a 16 especialistas en la materia, algunas dudas sigo teniendo, pero también algunas certezas que me gustaría compartir por si sirven.
Me preocupa que, en un debate tan complejo, la conversación en algunos medios de comunicación y familias gire, casi siempre, en torno a prohibir o no prohibir a los adolescentes el uso. Creo que es un planteamiento que nos aporta poco y se ajusta menos a la realidad en la que conviven los chavales.
Prohibir no enseña nada. Quienes educamos a nuestros hijos desde unos valores progresistas, queremos protegerles -como quieren todos los padres-, pero somos menos dados a imponer límites muy estrictos, tendemos más a acompañar, usamos más el diálogo y el acuerdo que la prohibición ¿Por qué entonces en el asunto de las pantallas nos planteamos prohibir? Creo, sinceramente, que lo hacemos porque tenemos miedo, porque desconocemos las consecuencias, se nos escapan los usos que hacen nuestros hijos y nos resulta complicadísimo establecer límites a una tecnología hostil que no nos permite tomar decisiones. Además, nos bombardean los artículos y videos que dicen que a nuestro hijo se le va a freír el cerebro, va a tener problemas de todo tipo en la vida por culpa de las pantallas. Pero no hay manera de aclararse con el programa de control parental a riesgo de convertirnos en policías de nuestros hijos 24/7, que no es lo que queremos. Y, ante la duda, la prohibición es una opción muy tentadora y, sobre todo, una opción que está al alcance de nuestra mano.
Hemos pasado en 5 años de que los niños tenían que ser muy digitales, los colegios tenían que incorporar toda la tecnología y había que ir a todas las extraescolares de robótica y pantallismo… a una fase en la que, en un mundo donde la inteligencia artificial avanza imparable y las tecnológicas campan a sus anchas en un internet sin ley, le pedimos a los adolescentes abstinencia tecnológica radical. ¿Por qué? ¿Qué otras alternativas tenemos?
En vez de estar hablando de prohibir a los adolescentes, podríamos estar hablando de prohibir a Instagram mostrar imágenes retocadas de cuerpos imposibles sin identificarlas como imágenes manipuladas, así les protegeríamos de los trastornos de conducta alimentaria. Podríamos hablar de prohibir a las casas de apuestas y el poker online que sus anuncios lleguen a los móviles de los adolescentes. Podríamos exigir a los poderes públicos que la educación en competencias digitales para que aprendan a protegerse. Y, por supuesto, que la educación afectivo-sexual se despliegue de una vez en las aulas, como dice la ley, para que los niños y niñas no usen el porno online como fuente de información primaria. Podríamos exigir a los ayuntamientos espacios de ocio pensados para adolescentes, que sean públicos y gratuitos. Podríamos hablar de obligar a los fabricantes de móviles a limitar algunas tecnologías en los dispositivos destinados a los más pequeños. O podríamos exigir a tiktok que limite sus tácticas como el schroll infinito cuyo objetivo es generar adicción. Como madre sé que puedo confiscar el teléfono de mi hijo, pero no sé cómo lograr que Google no sea una autopista de fakenews. Como política, mi trabajo es poner orden en todo esto y no pagar con restricciones o imposición de conducta monacal a los críos nuestra incapacidad de regular el espacio público, en este caso el digital.
Mientras tanto, las familias hay más cosas que podemos hacer. Creo que en este asunto es bastante oportuno recopilar cuanta más información mejor. En primer lugar, es fundamental hablar de este tema con los adolescentes y podemos aprovechar las vacaciones para averiguar muchas cosas. Quizás descubriremos que son más responsables de lo que pensamos ¿Para qué usan la tecnología? ¿Cómo socializan? ¿Qué herramientas usan sus amigos para comunicarse? ¿Qué información buscan? ¿Dónde la buscan? ¿Qué se encuentran? ¿Qué es lo que más les gusta y lo que no les gusta de las redes? ¿A qué juegan? ¿Qué les interesa? ¿Se han encontrado con contenidos indeseados, con comportamientos indebidos de personas conocidas o desconocidas? ¿Cómo deciden cuál será su próximo corte de pelo? ¿Cómo estudian y dónde buscan la información para hacer los deberes? ¿Cómo resuelven sus dudas con una fórmula de física? ¿Y sus dudas sobre la masturbación? ¿Dónde resuelven su curiosidad sobre el deseo? ¿Nos lo preguntan a nosotros o a la IA? ¿O creen que el porno, universalmente accesible, es todo lo que necesitan saber? ¿Les gustan los videojuegos en los que se obtienen puntos por maltratar a mujeres o esos en los que juegan en equipo a superar obstáculos y construir cosas? ¿Buscan redes de apoyo para algún problema concreto? ¿Están demasiado pendientes de los cuerpos perfectos retocados e irreales que salen en Instagram o felices con su cuerpo real y conscientes de que esas imágenes son manipuladas? ¿Tienen opciones de planes alternativos de ocio saludable con sus iguales?
Hablando con nuestros hijos vamos a conocer cómo socializan los adolescentes hoy y nos vamos a dar cuenta de que no es muy cierto eso de que, como están enganchados a la pantalla, ya no socializan ni juegan. Es al revés, muchos están frente a la pantalla precisamente socializando, jugando, aprendiendo, buscando información. Quitarles las pantallas es cortar su comunicación con otros, dejarles fuera del grupo. Hay que intentar saber más. No se trata de someterles al tercer grado. Ellos tienen derecho a su intimidad, pero con unas cuantas charlas y unos ratos de compartir pantallas vamos a aprender muchas cosas de nuestros hijos. Puedes jugar a preguntados o ver los últimos videos de bailes, o de tropiezos, o de gatitos, hazte con el mando de la play, ponle un filtro de bigote a tu foto y averigua también cómo reaccionan al porno que llega a sus pantallas, háblalo. Ellos necesitan hablar de esas cosas, por eso las buscan.
Te voy a dar algunas pistas: Si piensas que sexting, grooming, ghosting, bullying, stalking, sextorsión o gossip son nombres de deportes, de muebles de ikea o de cafés del starbucks, tienes un problema. Infórmate, habla con tu hija/o. Si nos sentamos a la mesa contestando whatsapps y leyendo emails en el móvil mientras comemos… no esperemos que los hijos tengan un mejor conducta respecto a sus propios móviles; si desde muy pequeños en un restaurante les ponemos dibujos para aislarlos de la conversación, no nos extrañe que años más tarde se aíslen mientras miran su móvil, porque lo que ven es lo que aprenden, e imitan nuestros comportamientos sin que seamos conscientes de ello. Aprovechemos estas vacaciones también para pensar en ocios alternativos, para hacernos conscientes nosotros de nuestra relación con la tecnología, y luego pactamos con ellos qué límites poner. Aprendamos con ellos y acompañemos a nuestros hijos en esto, eduquemos en el uso y acordemos límites de uso, y confiemos en ellos para que lo hagan bien, pero también exijamos a los poderes públicos regulación para los contenidos y a la tecnología, así como acompañamiento y formación para que las familias tengamos las herramientas suficientes para tomar decisiones y acompañar a nuestros hijos.
Desde el ámbito de la política debemos poner orden, legislar y regular, para que los adolescentes puedan disfrutar de la tecnología de manera segura y acompañar a las familias en este proceso.
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