Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

Oriol se toma cinco meses

Un partido descabezado es un partido que deja de funcionar como tal porque nadie tiene la legitimidad para tomar decisiones tan cruciales como las que los republicanos tienen que afrontar

Oriol Junqueras, en un mitin de ERC.

Oriol Junqueras, en un mitin de ERC. / Manu Mitru

 La dimisión “temporal” de Oriol Junqueras como presidente de ERC, anunciada anoche, no es una buena noticia en estos momentos. El fiasco de los resultados obtenidos en las elecciones del pasado domingo exigía que rodaran cabezas, y la del presidente de la Generalitat y candidato, Pere Aragonés, cayó de inmediato. Pero la mala digestión de ese pésimo resultado y las prisas por tomar decisiones pueden agravar aún más la crisis en la que han entrado los republicanos y, además, poner en serios aprietos la formación de gobierno en Cataluña.

Resulta llamativo que el partido más castigado por los electores el 12M (la debacle de Ciudadanos no puntúa porque ya estaba descontada) sea pese a todo el que tenga en su mano la capacidad de decidir el futuro político de Cataluña, al menos a corto plazo. Pero esas son las cartas y así toca jugar la partida. El mensaje lanzado por ERC desde la noche electoral apuntaba en la dirección de permitir que el socialista Salvador Illa formase gobierno aunque los republicanos no entraran en él. Pero tras la marcha de Aragonés, el aviso de Marta Rovira de que también ella dejará la secretaría general y ahora la renuncia a la presidencia “por unos meses” de Junqueras, que se formalizará tras los comicios europeos del 9 de junio y se prolongará hasta un congreso que ERC quiere celebrar en noviembre, todo resulta mucho más confuso. Un partido descabezado es un partido que deja de funcionar como tal porque nadie tiene la legitimidad para tomar decisiones tan cruciales como las que los republicanos tienen que afrontar.

Avalado, si es que se puede escribir así, porque Junts ha superado en esta convocatoria a ERC, Carles Puigdemont no ha cesado de dar lanzadas a diestro y siniestro desde el domingo, con dos propósitos claros. En primer lugar, conseguir volver a la Presidencia de la Generalitat, amenazando para ello al PSOE en Madrid al tiempo que presiona a ERC en Cataluña. O, en su defecto, que se repitan las elecciones.

Para cualquiera resulta obvio que Junqueras preferiría hacerse el seppuku, ahora que las plataformas han vuelto a poner de moda el suicidio ritual japonés, antes que ver a Puigdemont encabezando de nuevo el Govern. Pero tampoco iba a apostar por un bloqueo que llevara a unas nuevas elecciones en las que él, que no fue indultado de la condena por inhabilitación, no llegaría a tiempo de presentarse aunque el Congreso apruebe la amnistía a finales de este mes, mientras que Puigdemont sí podría hacerlo, como lo ha hecho ahora.

Por razones personales y políticas, pues, Junqueras era una garantía de que Illa podría ser investido presidente de la Generalitat y poner en marcha la nueva legislatura. Pero entrados en una dinámica política en la que cada día vemos un suceso más extraordinario que el anterior, si Pedro Sánchez se cogió cinco días de “moscosos” para decidir si dejaba o no la presidencia del Gobierno de España, Junqueras se pilla ahora cinco meses para meditar en medio de la tormenta. Y con esa renuncia a medias, pero renuncia al fin y al cabo, anunciada ayer, la situación se complica más, aunque exdirigentes que todavía tienen mucha ascendencia sobre la militancia de ERC, como Tardà, estén reclamando que ERC facilite con sus votos un gobierno de izquierdas en Cataluña.

Ninguno de los que dirigieron los sucesos del 1-O de 2017 puede ser protagonista de la nueva etapa en la que, se quiera o no, entrará la política catalana. Ni Puigdemont ni Junqueras. Pero Puigdemont sigue maniobrando, con un instinto de supervivencia admirable, mientras que Junqueras ha tenido que desdecirse en apenas unas horas de la carta que él mismo había enviado “a la ciudadanía” proclamando que se sentía fuerte para seguir liderando su partido, lo que da idea de la olla exprés que es ERC en estos momentos. Convendría a todos serenarse, no vaya a ser que con tanta ebullición ellos acaben por reventar su partido y a los demás nos la vuelvan a liar.