Opinión | DEBATE DE INVESTIDURA
Entre la censura y la investidura
La apelación del líder del PP al fin de la política de bloques fue un acierto, aunque quizá llegue a destiempo

La sesión de investidura de Feijóo, en imágenes / David Castro
La intervención del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en su discurso como candidato a la presidencia tuvo dos partes diferenciadas. Una primera, más propia de una moción de censura contra el actual Gobierno en funciones y otra en la que desgranó propuestas novedosas que podrían constituir las bases de un programa de gobierno. Esta circunstancia constituía un reconocimiento implícito de las dificultades del candidato, al no contar, de entrada, con los votos suficientes. Consciente de esta carencia, Feijóo dedicó un largo tramo de su intervención a criticar el actual Ejecutivo, con el acento puesto en la gestión política de Pedro Sánchez. Nada nuevo, en este aspecto, con relación a lo que han sido las críticas que formuló Feijóo durante la campaña electoral o durante sus intervenciones en el Senado.
El candidato del PP alternó el recuerdo de los vaivenes políticos de Sánchez con la mención de algunos de sus fracasos como el de la ley del solo sí es sí que ha permitido la salida de la cárcel de decenas de agresores sexuales. Aunque en menor medida de lo que ocurrió en el célebre cara a cara electoral, su intervención también contuvo inexactitudes, como le recordó el diputado Óscar Puente, nombrado por el PSOE para replicarle. Entre estas, la política de pensiones del Gobierno o el impacto positivo de su gestión sobre la recuperación de la pandemia y la desigualdad.
Donde la intervención de Núñez Feijóo resultó más interesante fue en su parte propositiva, marcada por la necesidad de un pacto entre el PP y el PSOE para abordar los grandes temas de Estado. El líder popular desgranó propuestas llamativas, como la de incorporar un delito de deslealtad institucional a la legislación española y la de incrementar las penas por malversación, con la clara intención de llevar ante la justicia eventuales actuaciones de independentistas catalanes y vascos contrarias a la Constitución.
Ambas propuestas agradan a Vox y contrastan con la voluntad de Sánchez de desjudicializar el conflicto territorial en Cataluña. En cualquier caso, podrían constituir, según cómo se concretaran, un obstáculo definitivo para que el PP pudiera contar con el apoyo de la derecha nacionalista de Junts per Catalunya que Feijóo nombró reiteradamente. Sin embargo, corresponde valorar el talante dialogante con el que planteó esta segunda parte de su intervención. Supo sintonizar con el deseo extendido en la sociedad de que se produzca una colaboración entre los dos principales partidos estatales, y su apelación al fin de la política de bloques fue un acierto.
De no haber cedido ante el sector más conservador y unitarista de su partido, la propuesta de Feijóo podría haber hecho mella en una opinión pública cansada de tanta polarización política. Aunque algunas de las propuestas que formuló en este sentido fueron sensatas, es posible que lleguen a destiempo cuando el Partido Popular ha asumido una alta cuota de responsabilidad en el sesgo frentista que tiene la política española. El llamamiento a la concertación de Feijóo chocaba con los pactos que el PP ha llevado a cabo con Vox en importantes comunidades y decenas de ayuntamientos y con la coalición con la extrema derecha con la que él mismo aspira a ser elegido presidente.
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