Opinión | INFLACIÓN

La economía en la carrera del 23J

El debate político debe abordar la necesidad de una gestión racional del gasto, déficit y deuda

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. / Eduardo Parra - Europa Press

A mediados de mayo, antes de su reunión anual, el Cercle d’Economia publicó una nota de opinión en la que reclamaba consenso ante el "estancamiento" de la economía. La nota, que se difundió antes de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, insistía en la necesidad de abandonar la crispación política. La campaña electoral, sin embargo, intensificó lo que ha venido siendo el debate político en España, que tiene muy poco de debate y mucho de proclamación de consignas y lemas llamativos para desprestigiar al adversario más que para convencer con argumentos al electorado. La carrera del 23J corre el riesgo de caer en la misma reducción simplista y dejar de lado asuntos que afectan de lleno a la ciudadanía, como la situación económica.

Uno de los puntos fuertes de la estrategia de Pedro Sánchez es sacar pecho de las medidas económicas aprobadas por su Gobierno que han conseguido sortear la crisis, primero del covid y después de la guerra de Ucrania. En efecto, España presenta unos buenos indicadores, sobre todo en cuanto al crecimiento del empleo (20,8 millones de trabajadores en activo en mayo) y algunas acciones del Gobierno de coalición han mitigado los efectos negativos de la coyuntura internacional (el escudo social durante la pandemia o el tope del precio del gas para frenar la escalada energética, por poner dos ejemplos). 

Sin embargo, hay suficientes incertidumbres como para pensar que la economía española está a salvo de recaídas. Sin ir más lejos, Eurostat confirmó ayer que la zona euro entró en recesión técnica al encadenar dos trimestres consecutivos en negativo, arrastrada por Alemania. No deja de ser un tecnicismo, puesto que se trata del -0,1%, y, para hablar de recesión económica propiamente dicha, debe producirse una caída sostenida de la actividad y del empleo, cosa que no ocurre en la zona euro, y menos en España. Pero sí que se observa una desaceleración del PIB; que la inflación, aunque a la baja, sigue estando muy por encima del objetivo del 2%, y que se da por descontado que el Banco Central Europeo seguirá con su política monetaria de subir los tipos de interés. Un cóctel que con toda probabilidad afectará a la capacidad de consumo y el gasto público. Los empresarios rebajan el triunfalismo del Gobierno y tampoco el Ibex parece corroborar esta bonanza, como apuntó Martí Saballs en este diario, en el que explicaba que Sánchez es el único presidente en cuyo mandato la evolución del selectivo español es negativa. 

El Gobierno ha adoptado en ocasiones un discurso contra las grandes empresas, olvidando su papel como motor económico. En los próximos días, los candidatos obviarán estas sombras para desviar la atención hacia medidas populistas que implican compromisos de gasto con un hipotético retorno social o generar ruido con proclamas patrióticas y medias verdades que apelan a votar con la emoción y no con la razón. Una confrontación banal que empobrece el debate, que pasa de puntillas sobre la necesidad de una gestión racional de gasto, déficit y deuda y que desaprovecha la ocasión de hablar de lo que realmente afecta a la gente.