Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

Derogar a Irene Montero

Los garrafales efectos colaterales de la ley del ‘solo sí es sí’, provocando la excarcelación o rebaja de penas de violadores, es una losa pesadísima para su imagen de gestora y ha agrietado al propio gobierno de coalición

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en un pleno del Congreso.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en un pleno del Congreso. / EP

Derogar el sanchismo”. Ese fue el mantra popular desplegado con éxito en la campaña previa a las elecciones autonómicas y locales del pasado 28 de mayo. Y ahora toma aún más fuerza en vísperas de unos comicios estivales y generales que Pedro Sánchez le ha colado a España, porque la ley le permite hacerlo como presidente que es de todos los españoles, por debajo de la puerta y con altos índices de sorpresa. Y de riesgo.

Con el adelanto electoral colocado en el rellano de nuestras casas, el mismo lugar donde algunos afortunados pensaban apoyar puntualmente las maletas con las que irse de vacaciones en las fechas en las que ahora están llamados a votar –ya saben, la fiesta de la democracia- , seguimos oyendo el eco del verbo “derogar”. “Derogación, derogación, derogación”. Al fin y al cabo ese será uno de los ejes centrales del programa que el PP de Alberto Núñez Feijóo se ha visto obligado a improvisar.

Conocido es que derogar leyes cuando se llega al Gobierno no es tan sencillo como se pinta desde la oposición. No se puede dejar a un país con lagunas legislativas insalvables. Y si no que se le pregunte a la vicepresidenta Yolanda Díaz –ahora jefa de Sumar- por los dilemas que ha tenido consigo misma y con los sindicatos durante los últimos años a la hora de utilizar ese verbo para calificar, de forma poco ortodoxa, la sustitución de algunas medidas laborales por otras, pero nunca en su totalidad. Claro que tampoco hay que engañarse: la conjugación con el realismo de derogar no es lo que prevalece en la prórroga decretada a este tiempo electoral, sino su significado simbólico o los significantes adulterados tácticamente para convertirse en eslóganes electorales. El ahora votante conservador, como en su día le ocurría al de izquierdas cuando gobernaba Mariano Rajoy, siente cierto alivio cuando escucha el vocablo “derogar” de boca de sus líderes políticos, porque lo vincula a un cambio de ciclo que ansía. 

 En cuanto a la segunda parte de la exitosa expresión “derogar el sanchismo”, cabe señalar que los estrategas de la madrileña calle Génova han convertido un apellido de lo más común, engordado con un “ismo”, en una marca que para ellos y sus seguidores engloba todo lo malísimo, malo, regular y mediopensionista que pueda achacársele a la hoja de servicios del Gobierno de coalición. De PSOE y de Podemos. Se ha encerrado en este término el legado de Pedro Sánchez para simplificar y darle empaque al rechazo que provoca en un sector bastante amplio, según dejaron las urnas claro y apuntan las encuestas posteriores al 28-M, de la derecha española. 

Van a tener que convivir unas semanas con el bucle de la promesa o el rechazo a la derogación de docenas de asuntos. Tanto si la desean como si les escandaliza la posibilidad para según qué leyes o temas. Hasta el 23 de julio. Avisados quedan. Los populares reiterarán que quieren “derogar el sanchismo” mientras que el propio Sánchez reiterará que él busca frenar la llega de la derecha extrema y la extrema derecha al Gobierno de la nación. 

Además un crecido Alberto Núñez Feijóo (el resultado de las autonómicas y las últimos encuestas, incluidas la de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, lo justifican) experimenta ya en la práctica con otras conjugaciones metafóricas del verbo ‘derogar’ que puedan servirle para comer terreno a Vox. Y la primera elegida ha sido Irene Montero, hasta ahora titular de Igualdad y relevante (y polémica) dirigente de Podemos.

“Derogar” a Irene Montero y lo que encarna, dejar sin efecto su poder para desplegar políticas –el PP se ha comprometido de hecho a cerrar su ministerio, otro símbolo- es ya el objetivo claro de una parte nada desdeñable de la sociedad española que no está dispuesta a la mínima indulgencia por los avances que haya podido impulsar desde su ministerio. Los garrafales efectos colaterales de la ley del ‘solo sí es sí’, provocando la excarcelación o rebaja de penas de violadores, es una losa pesadísima para su imagen de gestora que ha agrietado hasta el límite de lo soportable al propio gobierno de coalición.  

El PP y Vox pugnan y aún pugnarán más en los próximos días por utilizarla como centro de sus ataques electorales, porque puntúa entre los votantes de derecha, pero también en parte de los de centro y en algunos sectores del socialismo. “Derogar el sanchismo” volverá a ser tendencia de campaña, pero “derogar a Irene Montero” es una nueva bandera política frente al 23-J que se agita, y que dará rédito, desde fuera de Podemos. Que se agita, como se ha intuido en la negociación con Sumar y otras organizaciones de izquierda, también por parte de algunos que antaño fueron de los suyos. Atentos.