Opinión | NEGOCIACIÓN
Sumar debió presentarse sin Podemos
El 28M ha demostrado que el partido emergente se ha hundido. No solo es incapaz de lograr por sí mismo ni la mitad de los 32 escaños que ostenta en la actualidad en el Congreso. Además, arrastrará con su abrazo mortal el proyecto de Yolanda Díaz
La rocambolesca incorporación a rastras de Podemos a Sumar se considera un triunfo in extremis del desperdigado izquierdismo español. En realidad, la coalición con el partido de Pablo Iglesias y nadie más supone un desastre para el proyecto de Yolanda Díaz, del que le costará recuperarse. El 28M ha demostrado que el partido emergente se ha hundido. No solo es incapaz de lograr por sí mismo ni la mitad de los 32 escaños que ostenta en la actualidad en el Congreso. Además, arrastrará con su abrazo mortal el proyecto de una izquierda que no se autodenomina izquierda, y que ejecutará un programa progresista que prescinde de dicho término.
Sumar debió presentarse a las elecciones en solitario. Se ha contaminado de Podemos, que lastra definitivamente sus opciones. Ni colateralmente debió sentirse concernido por el segundo referéndum más ridículo de la historia de España, después de la consulta inmobiliaria a la militancia sobre el chalet de los dueños del partido. La única excusa de Iglesias consiste en que se ha limitado a ejecutar la venganza del 28M. Yolanda Díaz lanzó su candidatura, en colaboración con Pedro Sánchez, para anular las expectativas moradas en las regionales. El desquite ha conseguido en exteriorizar que la vicepresidenta del Gobierno no manda ni en la casa que todavía ha de fundar. A propósito, el orden Compromís Sumar es otro error, con la marca principal relegada a accesorio.
Respecto a Irene Montero, que casualmente es la pareja de Iglesias, la implacable industria hollywoodiense utiliza una expresión certera para describir su situación. Los actores que acarrean problemas para su aceptación popular se denominan "veneno para la taquilla". Y desde luego, son marginados sin misericordia, porque lo importante es ganar. Esta regla también es básica en los espectáculos electorales, con la ideología relegada a un papel secundario. Ayuso funciona, la ministra de Igualdad genera algo peor que el rechazo, irradiado a su subordinada Belarra. Eso sí, Montero ha logrado que parezca respetable el criterio penal de Manuel Marchena, el político más importante del Reino.
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