Opinión | UN CARRUSEL VACÍO

Lo dicen las estrellas

Si algo ha sobrevivido de las adolescencias noventeras y "dosmileras", además de Doraemon, es, sin duda, la pasión por el horóscopo

Lo dicen las estrellas

Lo dicen las estrellas

El metro de Madrid, a determinadas horas del día, te proporciona la envidiable experiencia de sentirte como una sardina en una lata. En esos momentos en los que apenas puedes moverte, porque tienes el codo de alguien a pocos milímetros de tu cara, tratas de abstraerte con las conversaciones que te rodean. Algunas son fascinantes. El otro día, por ejemplo, escuché a una treintañera diciéndole a su amiga: "Creo que lo nuestro nunca será posible; yo soy Tauro y él es Leo…". Las estrellas, de repente, acababan de marcar el destino de una relación, como marcaron el de Edipo.

Si algo ha sobrevivido de las adolescencias noventeras y "dosmileras", además de Doraemon, es, sin duda, la pasión por el horóscopo. Ha conseguido lo que no pudo lograr el Club Disney: mantenerse a lo largo de los años y crear escuela. En aquella época, había revistas como Bravo o Superpop que ya incluían artículos tan fundamentales como "Qué pasa si tu chico es Virgo", "Trucos para atraer a un Libra", "Descubre con qué signos eres compatible", etc. Ahora los encontramos en Instagram y TikTok. Además, van más allá de un público adolescente.

Siempre han existido los "adivinos" y los aficionados a la astrología que te confeccionan tu carta astral. Lo que ocurre es que, de los noventa hasta la fecha, el tema se ha ido popularizando progresivamente. Y ahora mucha gente sabe que los Aries son aventureros y los Géminis cambiantes, que los Libra tienen un elevado sentido de la estética y los Acuario, un don de gentes innato…

Creo que el éxito del horóscopo se basa en nuestra necesidad inconsciente de etiquetarnos, de conocernos, de sentirnos identificados con un grupo: "los aventureros", "los sensibles", "los amigables"… Muchas novelas contemporáneas encuentran un eje importante en esta "clasificación de personalidades". Pensemos en la saga de Harry Potter, por ejemplo. En el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería hay cuatro "casas" en las que puedes ser seleccionado, dependiendo de tu carácter y tus ideales: Gryffindor es la casa de los valientes, Ravenclaw la de los inteligentes, Hufflepuff la de los leales y Slytherin, la de los ambiciosos. Muchos de los que hemos crecido con Harry tenemos la inquietante tendencia de "clasificar" para nuestros adentros a cada persona que conocemos en una de las casas… Pero no es el único ejemplo. Otra exitosa saga, Juego de tronos, también divide a sus personajes por "casas" o familias: los honorables y justos Stark, los apasionados e inteligentes Targaryen, los intrigantes y siniestros Lannister, los obstinados Baratheon, etc.

El horóscopo nos proporciona esta posibilidad de pertenencia a un grupo. Un grupo determinado por las estrellas, en este caso. Unas características psicológicas que, supuestamente, nos ofrecen respuestas a nuestros comportamientos: actuamos de esta u otra forma porque somos Piscis, Sagitario o Cáncer. Y mejor aún: aportan consejos sobre cómo deberíamos comportarnos en un futuro inmediato. Por ejemplo, leo el horóscopo de hoy de Aries, que indica: "Tienes que esforzarte por sujetar el lado más agresivo, colérico o impaciente de tu naturaleza". Y el creyente del horóscopo se lo tomará al pie de la letra, aferrándose a esa recomendación, encontrando seguridad en ella. El horóscopo, a veces, es casi como una religión: algo en lo que creer y en lo que hallar una guía espiritual.

Y llegada a este punto, voy a enarbolar la bandera de mi escepticismo y a ofrecer la prueba definitiva. Admitamos que la mayoría de nosotros, en uno u otro momento, hemos podido sorprendernos ante la coincidencia de lo que dice nuestro signo zodiacal en un determinado momento y lo que nos está pasando. Ese Aries del que hablaba, el que tiene que sujetar su "lado agresivo", podrá asombrarse, porque, en efecto, es consciente de la existencia de su faceta más iracunda.

Pero yo pregunto: ¿no tenemos todos, en mayor o menor medida, esa faceta? ¿No sentimos, en ocasiones, la necesidad de explotar? Y este es otro de los grandes ejes del horóscopo: la tendencia al acierto por predicar, casi siempre, ideas generalistas. Si no me cree, haga la prueba. Dígale a un amigo o un familiar aficionado al horóscopo que va a leerle las predicciones de su signo para el día de hoy y haga trampa. Por ejemplo, si el sujeto en cuestión es Tauro, léale las predicciones para Virgo y comprobará cómo podrá encontrarles sentido. "Si sientes que tu vida necesita un cambio, hoy es el día". El crédulo Tauro se sorprenderá, ¡qué bien lo conoce el horóscopo! Y usted sonreirá para sus adentros, porque, ¿quién no necesita algún cambio en su vida?