Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Platero es pequeño, peludo, suave

La lectura supone la puerta al conocimiento y sin ella no hay pensamiento crítico que valga

Joven leyendo.

Joven leyendo. / Unsplash

En el colegio ‘boomer’ donde me escolarizaron, una escuela birria de barrio, sin patio siquiera para que la chiquillada se desfogara, teníamos una asignatura llamada Lectura, así, tal cual. En realidad, era una maría, una hora de relleno entre clases, para no incordiar en casa antes de hora ni malearnos demasiado en la calle. La daba un profesor muy veterano —traje gris impecable, pajarita, santísima paciencia— mediante un libro con fragmentos breves de aquí y de allá, el ‘Quijote’, Baroja, fábulas de Samaniego, ‘Platero y yo’: "Se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Unas veces, el profe pedía a un alumno de forma aleatoria que leyera en voz alta; otras, que resumiéramos por escrito lo leído cada uno por su cuenta. Un cole mediocre, pero mira. En general, creo, mi generación aprendió a leer.

Ahora, a Josep González-Cambray, el ‘conseller’ de Educació de Cataluña, le parece "preocupante" la falta de comprensión lectora del alumnado. En efecto, el informe PIRLS de 2021, un examen internacional que evalúa a niños de 4º de primaria (entre 9 y 10 años), coloca a Cataluña de farolillo rojo (507 puntos), a la cola de España, solo por delante de Melilla (498) y Ceuta (496). O sea, una caída de 15 puntos respecto al informe de 2016. ¿Solo "preocupante"? Hace ya años, mucho antes de la pandemia, que los profesores vienen advirtiendo el declive por el progresivo esquilme de las humanidades en los planes de enseñanza y por los recortes ‘manostijeras’ que estrenó el Govern de Artur Mas (con el apoyo de ERC, por cierto, en los últimos tramos).

Pacto de Estado

Barracones. Falta de bibliotecas escolares. Métodos que desatienden la literatura y otras formas de la cultura. Algunos maestros, de las últimas hornadas, sin vocación alguna, con formación endeble. Sueldos magros. Demasiadas pantallitas. Habría que destinar más medios a las aulas de acogida, donde se integra el alumnado inmigrante que se incorpora al sistema educativo de forma tardía. Y si hubiera que reforzar el castellano en alguna instancia concreta, tampoco sería para rasgarse las vestiduras. Caso por caso. Más cintura. Más capacidad de reacción.

La lectura supone la puerta al conocimiento y sin ella no hay pensamiento crítico que valga. Habría que forjar un gran pacto de Estado para fomentar el interés por los libros en las escuelas y, sin embargo, preferimos permanecer atrincherados en el barro, en el garrotazo goyesco.