Opinión | A PIE DE PÁGINA

El miedo

El miedo al cambio y el miedo a quedar del lado de los perdedores; no deja de ser inquietante que la ecoansiedad haya dado paso a la tecnofobia, sin soluciones

El debate cada vez más intenso sobre regular o no Chat GPT

El debate cada vez más intenso sobre regular o no Chat GPT

Es época de tormentas, en sentido literal y figurado. Meteorológicas, íntimas, políticas. La tormenta y su estruendo siempre dan algo de miedo. Generan incertidumbre y temor. El temor de perder algo, perder a alguien, perderlo todo. Hay ciudades que colapsan cuando cae un aguacero. Hay hombres, hechos y derechos, que se esconden aterrados bajo las sábanas al oír un trueno. Hay quien le planta cara al peligro con una audacia digna de admiración. Hay quien sólo sabe huir hacia adelante.

El miedo es la angustia generada por un riesgo real o imaginario, presente o futuro. Es una emoción provocada por una información actual y cierta, por una mera percepción o incluso por un presagio. Hay miedos realistas, anticipatorios, miedos que son más bien fobias y miedos patológicos. En muchas ocasiones el miedo es irracional o desproporcionado. Finalmente, el miedo se puede provocar, infundir y difundir. El miedo colectivo o de masas en la ansiedad generalizada ante una amenaza común y puede tener consecuencias sociales negativas. Es peligroso el miedo.

No deja de ser significativo que los dos ejes fundamentales de transformación de las agendas políticas, la digitalización y la transición ecológica, estén atravesados por una sensación generalizada de miedo. De muchos y diferentes miedos ante amenazas justamente percibidas o falsamente alimentadas. El miedo al cambio y el miedo a quedar del lado de los perdedores. Y no deja de ser inquietante que la ecoansiedad haya dado paso a la tecnofobia, sin solución de continuidad y sin soluciones.

Si se sigue alimentando el miedo en vez de la acción, se puede generar una tormenta perfecta de retroceso, abusos y oportunidades perdidas

Esta semana, un grupo de expertos, investigadores y empresarios han firmado una carta abierta en la que piden una tregua de los desarrollos de inteligencia artificial durante 6 meses (sic). Alertan sobre una “carrera sin control” y sobre profundos riesgos para la sociedad y para la humanidad en su conjunto. Hablan del “poder destructivo” de la tecnología y de “peligros sin precedentes”. El propio director general de Open AI, la compañía creadora de chat GPT, reconoció públicamente tener “un poco de miedo” y empatizar con la gente que siente “mucho miedo” ante los desarrollos tecnológicos y especialmente la inteligencia artificial. Un miedo tan magnificado como difuso. ¿Deberíamos tener un poco miedo, como Sam Altman, o mucho miedo?

El miedo es una respuesta adaptativa y, cuando no paraliza, genera una reacción conductual destinada a enfrentar o evitar inteligentemente el peligro inminente o la amenaza futura. Es urgente que las alertas y advertencias apocalípticas se traduzcan en compromisos universales que enmarquen la investigación y la aplicación de los desarrollos tecnológicos y propongan un nuevo horizonte ético común, un marco no

o normativo, sino de aspiraciones y confianza. ¿Para cuándo la Declaración Universal de Derechos de la Humanidad en la era digital? Si se sigue alimentando el miedo en vez de la acción, se puede generar una tormenta perfecta de retroceso, abusos y oportunidades perdidas. Porque el miedo es, sobre todo, incontrolable. Y tan humano.