Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Argentina calienta motores para votar

"Dentro del macrismo la guerra entre Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, y Patricia Bullrich, la presidenta del PRO, el partido de Macri, es cada vez más encarnizada"

Javier Milei.

Javier Milei.

El próximo 22 de octubre se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina. En torno a esa fecha se constatan algunas de las pocas certezas que jalonan el intenso proceso que se irá desgranando en los meses venideros, entre ellas el día en que se celebrarán los comicios. También se da por hecho que habrá que recurrir al balotaje para conocer la identidad del nuevo presidente argentino, dado el equilibrio entre las tres principales fuerzas existentes. Pese a ello, el proceso está plagado de incertidumbres.

Si bien hasta hace un par de meses atrás se asumía que era una carrera entre las dos grandes coaliciones, la peronista/kirchnerista/oficialista Frente de Todos y la opositora macrista/radical de Juntos por el Cambio, ahora Javier Milei, el candidato anarcocapitalista, se ha colado en el pelotón de cabeza, con serias opciones de pasar a la segunda vuelta. La cuestión de fondo si Milei pasa es ¿quién lo acompañará?

Antes de llegar a ese momento queda un largo y disputado trecho que recorrer y un calendario que se acelera. El 14 de junio hay que confirmar ante la justicia electoral las alianzas multipartidarias y 10 días más tarde, el 24, se deben cerrar las precandidaturas presidenciales que competirán en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 13 de agosto. Salvo en el caso de La Libertad Avanza (las siglas con las que intenta presentarse Milei), que concurre con un candidato único, en las otras fuerzas la situación está mucho más abierta. Por eso, en una dura batalla para seleccionar a los candidatos, las maquinarias político – partidarias están funcionando al máximo.

Hay mucho en juego. Dadas las expectativas de derrota de unos y de victoria de los otros, ni el oficialismo ni la oposición tienen las cosas claras y los enfrentamientos entre dirigentes y sectores internos no disminuyen. Ni siquiera el paso al costado de los máximos líderes de cada facción (Cristina Kirchner y Mauricio Macri) ha calmado las aguas. Dentro del macrismo la guerra entre Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, y Patricia Bullrich, la presidenta del PRO, el partido de Macri, es cada vez más encarnizada.

La situación es más comprometida dada la extendida sensación de derrota dentro del peronismo

Y si bien ambos dicen que respetarán el resultado de las primarias y mantendrán la unidad partidaria, lo cierto es que en sus propias filas crece el temor ante un exceso de ruido que solo beneficiaría a Milei, en estos momentos capaz de robar votos a diestra y siniestra. La imagen de desunión, de falta de ideas claras, la asimilación con los políticos tradicionales, cada vez más minusvalorados, lastra las alas de una oposición incapaz de aprovechar la caída en barrena del peronismo atrapado en una feroz crisis económica.

Por eso en el oficialismo las cosas no son mejores. Confirmadas, de momento, las renuncias a participar tanto del presidente Alberto Fernández como de la vicepresidenta Cristina Kirchner, la pugna por ser el próximo candidato peronista se ha reducido a pocos nombres: Sergio Massa, ministro de Economía y perpetuo aspirante a la presidencia, Eduardo Wado de Pedro, ministro del Interior y empedernido kirchnerista, Daniel Scioli, embajador en Brasil y ya derrotado presidenciable y Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires y alter ego de la vicepresidenta.

Siempre se han alabado las dotes de Kirchner, definiéndola como una hábil política y gran conductora peronista. Sin embargo, cada vez que debió actuar como gran electora y tomar una decisión trascendental para definir la fórmula presidencial, sus errores fueron mayúsculos. Ocurrió con el radical Julio Cobos, su vicepresidente de 2007 a 2011, con Amado Boudou, su vicepresidente de 2011 a 2015 y con Alberto Fernández, el actual presidente. Si bien todos fueron elegidos por el dedo caudillista, ninguno estuvo a la altura de las grandes expectativas generadas y, por algún motivo u otro, todos generaron grandes frustraciones en las propias filas.

En estos momentos la situación es más comprometida dada la extendida sensación de derrota dentro del peronismo, a lo que se suma el hecho de que ni uno de los cuatro políticos mencionados más arriba tiene las condiciones necesarias para ser un candidato de garantías. Cristina Kirchner no quiere volver a perder, y tampoco quiere ser señalada como la artífice de una debacle que se da prácticamente por hecha. De la profundidad del fracaso dependerá el futuro del peronismo/kirchnerismo, su capacidad de reconstrucción o regeneración, la viabilidad de nuevos liderazgos y la clarificación de su línea política, clara, aunque retóricamente, alineada con lo que hoy se conoce como progresismo y hasta hace poco populismo bolivariano.

En los próximos días y semanas los astros se irán alineando en algún sentido, las piezas del rompecabezas comenzarán a bosquejar las siluetas de las distintas alternativas y todo se hará más claro. Al menos, dada la actual correlación de fuerzas. Sin embargo, la baja calidad de las opciones en juego, la debilidad de las propuestas para salir de la crisis y para impulsar las reformas necesarias que el país necesita no provocan demasiado optimismo entre la ciudadanía. Habrá que ver hacia dónde se decanta la voluntad popular y cómo influye en esa decisión el hastío con la política y con una inflación cada vez más asfixiante y traumática.