Opinión | ELECCIONES 28M

Ayuso le gana el primer asalto a Sánchez

A Yolanda Díaz le costará enmendar el descalabro que ella misma ha provocado en Podemos

Isabel Díaz Ayuso, en el momento de ir a votar.

Isabel Díaz Ayuso, en el momento de ir a votar. / José Luis Roca

Esto no lo arregla ni Yolanda Díaz, aunque ella ha acelerado el hundimiento de Podemos en todas las circunscripciones locales y autonómicas, al exteriorizar su candidatura a La Moncloa en un periodo preelectoral en el que no estaba involucrada. La idea perversa del lanzamiento anticipado de Sumar ha facilitado que Isabel Díaz Ayuso le haya ganado el primer asalto de 2023 a Pedro Sánchez. El candidato que siempre piensa que está en tierras andaluzas, Alberto Núñez Feijóo, es un espectador de palco de su teórica correligionaria, que ya arrasa por toda Europa bajo el apelativo de ‘La Trump’, véase el semanario alemán Der Spiegel.

El tirón de Ayuso decae conforme la realidad española se aleja de Madrid, pero las claves de la izquierda para contrarrestar el auge del trumpismo español han sido infructuosas si no ridículas, en las municipales y autonómicas. A los votantes no les preocupa demasiado propiciar gobiernos PP/Vox. La catastrófica vicepresidencia de Juan García-Gallardo en Castilla y León no ha sido apreciada en las comunidades en juego el 28M. O los conservadores muestran un inesperado sentido del humor, o la monserga de "que viene el lobo" no estremece a votantes adultos. A partir de ahora, Santiago Abascal está más cerca de la vicepresidencia del Gobierno.

El portaviones de ‘La Trump’ Ayuso arrastra al frágil junco de Almeida, y permite que Feijóo presuma del margen psicológico del voto mayoritario en las municipales, que por supuesto no le adjudicaba elCIS de Tezanos.

Colocar a hooligans al frente de instituciones sensibles solo multiplica las carencias previas a su nombramiento.

El PSOE gobernaba diez de las doce comunidades en juego el 28M. Al margen de los pactos que afronta en una situación de debilidad, solo disfruta de la mayoría relativa en tres de las regiones a concurso sin el gobierno garantizado. Como en una teleserie, las reglas del espectáculo apuntaban a escenificar la derrota que clausura una temporada, pero dejando las espadas en alto para el desquite de diciembre. Las reglas de Hollywood permiten resucitar al masacrado John Wick en la próxima secuela, pero no queda claro que los poderes de supervivencia de Pedro Sánchez lleguen a tanto.

Las ironías de la historia han designado la extinción simultánea de Podemos y de Ciudadnos, la versión derechista propuesta por los gigantes bancarios. La izquierda vuelve a llamarse PSOE, según se demuestra en los feudos madrileños, con el reproche implícito a un Pablo Iglesias más centrado en competir con Ana Rosa y Ferreras que en desafiar a las fuerzas conservadoras. En cuanto a Arrimadas, Villacís y compañía, por no hablar en su momento de Albert Rivera, alguien deberá explicar la tinta derrochada contando las hazañas de egregios perdedores.

España se despierta el 29M con un bipartidismo maltrecho. El desgaste casi irreversible de Pedro Sánchez se contrapone a la desidia de Feijóo para favorecer la irrupción de Vox sin cordones sanitarios que valgan.

Los amigos de consuelos extranjeros pueden refugiarse en que Marine Le Pen es ahora mismo la tercera política mejor valorada de Francia, y que la CDU germana se deja abrazar por los tentáculos ultraderechistas de Alternativa por Alemania. Por no hablar de Giorgia Meloni.

Las elecciones son sentenciadas todavía por las vapuleadas clases medias, que comprueban a diario como disminuyen sus expectativas mientras las administraciones riegan necesidades no siempre justificadas con dinero ajeno. Abonan así el terreno para los discursos extremistas, ahora desde la derecha. La erosión del relato progresista es patente, la visión más racional es que falta tiempo para un viraje antes de fin de año. Por tanto, se le exige a Sánchez un nuevo milagro, siempre puede alegar que sus rivales internos como el aragonés Lambán tampoco disponen de la fórmula mágica para frenar el auge conservador.

En la otra orilla, Núñez Feijóo se halla desgarrado entre el trumpismo de la Trump madrileña, y el trumpismo sin Trump de la ultraderecha periférica. El hombre que frenó las pretensiones de Vox en Galicia le ha allanado el camino en toda España a la extrema derecha moderada. Si tienes una Ayuso, ¿para qué quieres un Feijóo?