Opinión | BARRACA Y TANGANA

Nuestro héroe

Seguro que nuestro héroe prefiere que su equipo se salve, obvio, pero me atrevo a pensar que sabe que no es lo único importante. Lo importante es que estará en el mismo sitio la temporada que viene, pase lo que pase

Barraca y tangana, por Enrique Ballester

Barraca y tangana, por Enrique Ballester

Está el ambiente tenso en este final de temporada. En situaciones así destacan aquellos que están hechos de otra pasta. Como sufridor futbolero que soy, admiro cada vez más a esos seres superiores ajenos a las inercias, los nervios y los dramas. Son superhéroes de la calma. Modelos a imitar en cualquier circunstancia.

Aparecen, además, donde les da la gana. De repente, sin sentido alguno y de la nada. La otra noche, en el partido del Espanyol y poco después del gol que completaba la hazaña, uno de estos elegidos asomó en pantalla. Estaba la afición del Espanyol lógicamente desatada, tras pasar del 0-3 al 3-3 en una situación desesperada, y el estadio bramaba envuelto por una atmósfera de euforia descontrolada. El realizador se recreaba en el entusiasmo colectivo, con bufandas al viento y cánticos de ‘Sí se puede’ emanando de caras desencajadas. Ahí fue, en pleno éxtasis tribal, cuando descubrí a mi nuevo ídolo, el superhéroe de la calma.

Estaba sentado en una butaca. El hincha que tenía a su derecha sonreía dando palmas. Los que tenía en la fila delantera agitaban el puño y gritaban. Crecía a su alrededor la tormenta emocional, pero nuestro héroe ni se inmutaba. Nuestro héroe estaba a lo suyo, y lo suyo era una bolsa de Ruffles Jamón. Nuestro héroe tenía clarísimas sus prioridades y estoy seguro de que no cambiarán por una jugada. Quizá baje el Espanyol, pero nada le apartará de sus Ruffles. Tampoco aunque se salve. Era una bolsa grande.

Actitud impecable

En la vida hay que relativizar el éxito y encajar los golpes, y nuestro héroe expresaba una tranquilidad natural y amable, en absoluto impostada. Todo ello, además, masticando con la boca cerrada. No se podía tener más carisma ni molar más. Una actitud impecable. Lo estoy volviendo a ver, en el minuto 80 y 5 segundos, en un estadio que arde. De vez en cuando enciendo la tele y reviso la secuencia. Es increíble la paz mental que me aporta. Ojalá, cuando mi equipo se juegue algo así, sepa reunir las fuerzas para poder imitarle.

Porque lo habitual no es lo de nuestro héroe. En caso de emergencia nadie sigue las instrucciones. Solo los que son como nuestro héroe: que eligiera Ruffles Jamón ya te dice mucho sobre esa persona, ese detalle. Nada de sabores raros ni riesgos innecesarios. Las modas pasan y los resultados también. Seguro que nuestro héroe prefiere ganar y quiere que el Espanyol se salve, obvio, pero me atrevo a pensar que sabe que no es lo único importante. Lo importante es que estará en el mismo sitio la temporada que viene, con sus Ruffles y con su gente, pase lo que pase, y lo sabe.

Ojalá disponer de esa clarividencia para vivir el fútbol con la perspectiva adecuada. Cuando lo he conseguido, ayuda bastante. Pensar que hace 30 años ya estábamos ahí y que dentro de otros 30 seguiremos estando, y que por el camino hemos sido felices y tristes; y que nadie gana siempre, pero tampoco nadie pierde siempre. Que todo pasa y volverá a pasar. Lo digo en el periódico cuando nos agobiamos, a veces: al final el periódico del día siempre sale adelante, mejor o peor, y también siempre al día siguiente hay que hacer otro, y pasado un tiempo ya no se acuerda nadie.

No será tan importante.

A menudo basta con reservar energía y sentarse a esperar el momento clave. Lo más difícil --en una temporada, en una vida-- es silenciar el ruido y descubrir cuál es de veras el momento clave, y dar lo mejor entonces. Antes, las Ruffles y no agobiarse.

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