Opinión | EL TRIÁNGULO

«Mamá, soy con gafas»

Pretendemos ser lo que no somos y aparecer de una forma ficticia con sonrisas donde debiera haber duelo

Papeletas electorales para las elecciones del 28M

Papeletas electorales para las elecciones del 28M / EUROPA PRESS

Hay voces que apuntan que esta será la legislatura de los jóvenes y sin embargo entre la población más joven hay una gran apatía y desconfianza hacia la política, siempre que su voto no se encuentre vinculado a Vox o a EH Bildu, en cuyos casos hay una gran fidelidad por razones bien dispares entre unos y otros. Así que, si realmente esta va a ser la legislatura de los jóvenes, los gobiernos de coalición volverán a estar a la orden del día, algo que sin duda debiera mejorar la política, porque los grandes partidos no inspiran confianza al haber sido estrangulados entre unos y otros y por ellos mismos.

Hace unos días una madre acompañaba a su hija en el día de su primera comunión y mientras el padre le estaba haciendo fotos a la pequeña, la madre intentaba quitarle las gafas para, supongo, que la niña saliera más favorecida, hasta que la niña, harta y cansada de su madre y de que no entendiera quién era ella, le dijo: «Mamá, soy con gafas». Y la madre rápidamente entendió y aceptó que, aunque ella hubiera preferido una hija sin gafas, su hija era esa y era con gafas y así debía salir en el retrato, no de una forma inventada y prefabricada. Algo de eso ha sucedido en muchos ámbitos de nuestra vida pública y es que pretendemos ser lo que no somos y aparecer de una forma ficticia con sonrisas donde debiera haber duelo, sin gafas donde debieran estar o con amuletos que no hacen sino dificultar aún más las cosas. Igual que aquella niña necesitaba que su madre entendiera que ella era con gafas, una gran parte de la sociedad españoles necesitamos que nos dejen de tratar como si fuéramos una pandilla de analfabetos que se cree todo lo que escucha y todo lo que unos y otros prometen en aras de alcanzar un voto que lo entregamos sabiendo que ese es nuestro deber, pero sin apenas esperanza.

Y es hasta esa palabra, esperanza, hasta la que quería llegar, porque mientras la niña de la comunión supo, al pronunciar esa frase, que su madre jamás volverá a intentarle quitar la gafas, nosotros sabemos que por mucho que gritemos una y otra vez que no queremos mentiras, ni engaños, que precisamos respeto y algo de humildad, sabemos que solo en campaña electoral dejan que sigamos con nuestras gafas puestas, para luego arrebatárnoslas y así construir un pueblo anodino, sin grandes diferencias y con pocas inquietudes, un pueblo que sueña con ser lo que no es y aspira a no llevar gafas porque se considera sin gafas.