Opinión | LA COLUMNA
¿No gusta la semana de cuatro días?
Industria no gastará ni la tercera parte de lo que tenía previsto para fomentar esta nueva organización del trabajo
Resulta un poco sorprendente que el Ministerio de Industria no vaya a agotar los 10 millones de euros con los que se dotó para fomentar que las empresas prueben la semana laboral de cuatro días. O sea, en vez de 40 horas, 32 semanales, sin recortar los sueldos.
Al final son 41 las compañías que han optado por apuntarse a esta prueba y, si superan los requisitos, no llegarán a consumir ni siquiera a un tercio de las ayudas previstas (2,8 millones). Como los destinatarios de este programa, fruto de las negociaciones de los Presupuestos del Estado para 2021 que Más Madrid apoyó a cambio de esta iniciativa, son pymes industriales quizás es que se han puesto algunas trabas difíciles de superar.
La primera es la falta de comunicación. El Ministerio ha difundido y explicado poco una medida que implica asumir un compromiso de una reducción de al menos el 10% de la jornada laboral ordinaria de una parte de las plantillas sin reducción de los sueldos.
Y otra posible traba es la necesidad para muchas de estas empresas de contratar los servicios de una consultora para elaborar un plan de viabilidad y evaluar los resultados. Eso supone una inversión inicial para un proyecto para el que no saben seguro si serán escogidas. Eso seguro que ha retraído a muchas.
Y una tercera y tal vez más importante: en caso de ser elegidas, a los dos años, sin subvención pública, las empresas se comprometen a seguir implementando la reducción de jornada sin reducción de sueldo. Menos horas de trabajo, pero el mismo coste salarial o incluso mayor si hay que contratar más plantilla. Si no la única vía posible es aumentar la productividad, es decir, hacer más y mejor en menos tiempo: el santo grial que persigue toda empresa. Todo un reto.
En todo caso, la digitalización, el teletrabajo y otros muchos cambios obligan a ensayar y negociar nuevas formas de trabajar que no están convenientemente reguladas, como recoge el último Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC). Y es que en el siglo XXI no todas recetas de la centuria anterior nos sirven.
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