Opinión | ELECCIONES

Porque los niños no votan

Si los niños votaran, veríamos que la pobreza infantil se puede prevenir y se puede revertir. Para ello son necesarias políticas eficaces, que lleguen a todas las familias

Reparto de bolsas para familias pobres

Reparto de bolsas para familias pobres / FERRAN NADEU

Quizás esa es la explicación más fácil a la ausencia de políticas eficaces para acabar con la pobreza infantil o para facilitar a las familias el cuidado de la infancia. Las niñas y los niños no votan. Quizás por eso les va a costar encontrar medidas concretas en los grandes anuncios, o en los discursos de las grandes cumbres y en algunos programas electorales. Por suerte no en todos, les animo a leerlos y a buscar las medidas eficaces.

Se me ocurren pocas cosas más importantes de las que preocuparnos que de la infancia. Si nos importa el futuro, nada más eficaz que preocuparse y ocuparse ya de quienes lo van a protagonizar. Pero, por lo que sea, o porque los niños no votan, cuesta poner el foco a las políticas de infancia y, sobre todo, cuesta priorizar la lucha contra la pobreza infantil. Es un error enorme de consecuencias presentes y futuras.

Un informe reciente del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil cuantifica en nada menos que 63.000 millones de euros al año el coste de la pobreza infantil en España. Más del 5% del PIB nacional. He defendido en más de una ocasión las políticas de infancia desde estas páginas desde una perspectiva de justicia social, pero es que esta cifra nos demuestra que es, además, una cuestión de eficacia económica.

Los niños y niñas que crezcan en la pobreza no llegarán a desarrollar todo su potencial, perderemos su talento, tendrán empleos más precarios, ganarán de media 5.100 € menos al año según el informe, así que pagarán menos impuestos, podrán sufrir sobrepeso y depresión y tendrán más problemas de salud en general. Esta pobreza sabemos que se hereda, que va por barrios, que se cronifica y se hace más profunda. Pero también sabemos que no es irremediable, se puede y se debe revertir. Por cuestiones morales y también porque es lo más inteligente y lo más eficiente. En cambio, España entre el 2015 y el 2021 ha retrocedido pasando del puesto 21 de la UE al puesto 26 de los 27. En pobreza infantil solo nos adelanta Rumanía.

Los niños y niñas que crezcan en la pobreza no llegarán a desarrollar todo su potencial, perderemos su talento y tendrán empleos más precarios

En España uno de cada tres niñas y niños de 0 a 16 años vive en la pobreza. Esta pobreza ya no se centra solo en el sur, ya que ha aumentado también en el norte. En Madrid, donde la pobreza infantil ha subido más de cinco puntos, criar un hijo cuesta unos 200 € más al mes que en la media del resto de España. Según datos de Save the Children la media española se sitúa en unos 630€, mientras que el coste de la crianza en Madrid es de 814€ al mes. Un coste que muchas familias no se pueden permitir. Por eso, en el caso de los adultos, el índice de pobreza es de 1 de cada 7 y en los niños y niñas madrileñas es 1 de cada 3. Más del doble. La incidencia de la pobreza en la infancia en la comunidad más rica de España y una de las más ricas de Europa es más del doble que en la población adulta y aquí no pasa nada. Será que los niños no votan.

Tener hijos en España hoy es garantía de empobrecer, en la Comunidad de Madrid más. Quizás por eso tenemos una bajísima tasa de natalidad. Hoy en día existe una gran diversidad familiar y las familias monoparentales van en aumento. Pero precisamente estas son las que más riesgo tienen de caer en la pobreza. En Madrid menos del 14% de los hogares sin hijos están en pobreza o exclusión, en cambio esa tasa llega casi al 60% de las familias monoparentales que, en su mayoría, están encabezadas por mujeres. Mujeres a quienes no están llegando las ayudas. Estas familias tienen un solo progenitor para ingresar recursos y un solo progenitor para hacerse cargo de los cuidados. Por eso son mucho más vulnerables, y por eso deben ser prioritarias a la hora de aplicar ayudas eficaces.

Si los niños votaran, veríamos que la pobreza infantil se puede prevenir y se puede revertir. Para ello son necesarias políticas eficaces, que lleguen a todas las familias: servicios públicos, transferencias de renta y horarios laborales flexibles y racionales.

Hacen falta servicios públicos como escuelas infantiles universales de 0 a 6 años, sanidad pública universal que incluya al dentista, las gafas, la salud mental, la atención temprana eficaz y sin lista de espera, los comedores universales y gratuitos en todas las escuelas, las extraescolares, los espacios de ocio.

Hacen falta transferencias de renta a todas las familias con niñas y niños. Las familias más ricas siempre han tenido estas ayudas en la declaración de la renta. Las más pobres, que no hacen declaración, se quedan sin ellas. Si queremos que la gente tenga hijos y pueda criarlos, las ayudas a la crianza deben ser universales, directas, sin trabas burocráticas y llegar a todas las familias. Es lo más eficaz, lo que garantiza que llegan donde tienen que llegar. Para todos, como la sanidad, la educación, las carreteras o las pensiones. Además, hay que implementar ayudas específicas a familias vulnerables y monoparentales.

Y en tercer lugar necesitamos un compromiso empresarial con la crianza y la conciliación. Es momento de hablar de jornadas laborales de 32h semanales, menos extensas, más flexibles y que permitan conciliar por igual a padres y madres. Si los niños votaran, seguramente este último punto iría en primer lugar, porque ellos no se cuidan solos y quieren, más que ninguna otra cosa, tener tiempo con sus familias.