Opinión

Otra broma infinita

Hola, buenos días, sí, qué tal, llamaba para ver si está el pacto de las flores en casa… ¿Puede bajar a jugar? ¿No? Vale. Perdón por preguntar

Archivo - Urna electoral

Archivo - Urna electoral / EUROPA PRESS - Archivo

En uno de los vagones del metro que cojo para ir a trabajar (ahora vivo en Madrid, por suerte o por desgracia) hay una pintada en la que pone "No eres libre". La primera vez que la vi me molestó un poco, consideraba que lo era. Desde entonces me he topado con ella tres veces más. Ya no me molesta, sé que no lo soy. Libre, quiero decir. Ningún trabajador lo es del todo. No podemos escoger a qué centro de salud vamos o si en nuestra calle se ponen bancos y árboles para paliar de alguna forma la venta por piezas de nuestras ciudades a la hostelería. Tenemos cierto poder de decisión en algunas cuestiones que nos da la impresión de ser capaces de manejarnos como queremos. Coca Cola o Pepsi. Munchitos o Doritos. Ca Pepe o Ca Manolo. Venía pensando en esto porque quedan treinta días para las elecciones y una bandada de pavos reales ha comenzado a atusarse las plumas para desfilar por los programas de televisión, de radio y las páginas de los periódicos. Se ponen su mejor ropa y sus mejores sonrisas. Nacieron para brillar bajo el foco, no se puede negar, allí donde todo parece fácil y las preguntas siempre, siempre, siempre son amables. También pensamos que somos libres porque en el momento en el que algo no nos gusta podemos cambiar de canal o dejar de leer. Todo es tan falso y está tan preparado que a menudo tengo la sensación de que nos están grabando a escondidas para registrar nuestras reacciones a las cosas, como si participásemos en un estudio que ha de determinar cuánto podemos aguantar. Creerán que exagero, pero les pondré un ejemplo. En ninguna de las recomendaciones sobre cómo ahorrar agua ahora que entramos en periodo de sequías se sugiere cerrar los parques acuáticos o los campos de golf. Me gustaría ser capaz de hacer un chiste al respecto porque siempre encuentro algo de consuelo en el humor, pero algunas cosas duelen tanto y generan tanta angustia que me resulta imposible bromar sobre ellas. Supongo que a los golfistas no les hace falta votar porque tienen dinero, y si tienes dinero todo se dobla, corrompe y prostituye a tu gusto, incluso el agua.

Hola, buenos días, sí, qué tal, llamaba para ver si está el pacto de las flores en casa… ¿Puede bajar a jugar? ¿No? Vale. Perdón por preguntar. Cuando alguien mayor que yo señala a mi generación y la acusa de estar enfadada con el mundo siempre me quedo con las ganas de corregirle: no es con el mundo, suficiente tiene con seguir girando a pesar del martirio al que se le somete. El enfado y la rabia son con personas concretas por hechos muy concretos. Como en este archipiélago no tenemos ningún tipo de problema, solo asuntillos banales y ligeros que surgen de vez en cuando, como que nos estamos achicharrando en abril o que hay canarios que no tienen agua en sus casas mientras, repito, los campos de golf y los hoteles siguen operando como si nada en todas las islas pues tampoco nos vamos a llevar las manos a la cabeza ni nos vamos a poner pejigueros. No es cool, no es sexy, no da likes. No se le pueden pedir peras al olmo ni se pueden hacer preguntas que incomoden, que hagan sudar, que rompan la trampa y el cartón y pongan a bailar a esos que tanto prometen para terminar traicionando a su tierra una vez más. Algunos de los que hacen esas preguntas también terminan metiéndose en política, quizá por eso son tan mansos. Y sus jefes, y los jefes de sus jefes. Primero fichan por un partido, pero si no funciona pues prueban con otro. Estos son sus principios hoy, mañana ya veremos.

Lo malo es que comienzan a acumularse las promesas, tanto las que no se cumplieron como las nuevas. Llueven las fotos en las que se visitan colegios, se chocan los cinco con el pueblo, se da un discurso en un acto para las bases, se levanta el suelo de las ciudades y florecen las obras por todas partes. Podrían haberse hecho cuando tocaba, claro, pero entonces no se vería semanas antes de que tengamos que meter la papeleta en su urna lo mucho que trabajan los dirigentes que entre todos nos hemos dado. Se pasean pagadísimos de sí mismos, como queriendo decir "Vale, no me puse a hacer nada de lo que prometí que haría e incluso he conseguido que todo vaya peor, pero mira qué bien quedó esta acera, ¿no te gusta?". Se creerán que con el brr, brrr, brrrr de las máquinas de los operarios a más de treinta grados bajo el sol no se oirán los gritos de la gente.