Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

El principal enemigo de Sánchez es la izquierda

La aparición de Sumar como factor de cambio supone perder opciones de Gobierno

Sánchez y Díaz pactan las nuevas medidas anticrisis.

Sánchez y Díaz pactan las nuevas medidas anticrisis. / EP

Para los populares, la contienda electoral se decide en la economía más que en cualquier otro escenario. La economía –siempre la economía– explica los pocos cambios de gobierno que se han dado en nuestro país; de izquierda a derecha, quiero decir, que no al revés.

La mayoría sociológica en España se sitúa, desde la ya lejana victoria socialista de 1982, en un centroizquierda presto a demonizar la derecha tildándola de franquista; un centroizquierda además que, con los años, se ha ido educando políticamente en los abrevaderos intelectuales de los distintos nacionalismos periféricos, frente a la supuesta -o no- mentalidad centralista de las derechas.

Ideológicamente progresista –y con una cierta intuición moderada–, la España sociológica vira hacia el conservadurismo cuando el desplome de la economía amenaza los bolsillos de las clases medias; no antes, a pesar de que el ruido mediático parezca indicar el contrario.

Quizás por eso, y porque el empleo y el PIB siguen creciendo en mayor medida de lo previsto hace un año gracias a los vientos de cola del gasto público, Feijóo empieza a sospechar que sus números no dan, incluso contando con una victoria electoral que todos –también en La Moncloa– dan por descontada.

Se espera una temporada turística histórica y es previsible el descenso de la inflación, que a su vez –moderando la subida de tipos– quizá termine por encuadrar un otoño favorable a las expectativas electorales de Pedro Sánchez, sea cual sea el resultado de las autonómicas y municipales. Con la economía remando a favor, debería ser suficiente el suelo de la izquierda y el apoyo del nacionalismo para evitar un cambio de gobierno.

El sanchismo, como antes el zapaterismo, poco tiene que ver con el ADN histórico del primer PSOE de la democracia

Porque el principal enemigo de Pedro Sánchez ahora mismo no parece ser ni la fuga de empresas, ni un déficit público fuera de control, ni las altas tasas de desempleo, ni la honda crisis nacional que implica mantenerse en el poder gracias a una coalición tan inestable como –en algunos de sus elementos– radicalizada, sino la propia división de la izquierda.

La aparición de Sumar como factor de cambio, que parte en dos el ecosistema liderado por Unidas Podemos y erosiona la base más progresista del PSOE, supone la división del voto de izquierda y perder opciones de Gobierno. Un voto dividido es, en cierto modo, una derrota asegurada.

Por eso, una vez pasadas las autonómicas y municipales de mayo, asistiremos a una nueva recomposición del espacio político, con una previsible alianza entre Sumar y Unidas Podemos. Ese acuerdo electoral podría fácilmente desplazar a Vox de la tercera posición en el hemiciclo y catapultar a Pedro Sánchez al poder una legislatura más. Si falla, entonces cabe pensar que el PSOE se verá abocado a una larga travesía del desierto, buscando recuperar su identidad perdida.

Porque el sanchismo, como antes el zapaterismo, poco tiene que ver con el ADN histórico del primer PSOE de la democracia: aquel que en gran medida modernizó España y que hizo posible una rápida europeización, aunque ya entonces se pusieran en marcha algunos de los procesos que han desembocado en el delicado momento actual. Pero esa travesía, de todos modos, será larga y nada fácil en el caso de que Sánchez pierda el poder. Algo que, a día de hoy, dista mucho de ser una certeza.