Opinión | A PIE DE PÁGINA

El Barroco se hace escuchar

"Las hijas de Felipe" cuentan cómo hubo un tiempo en el que el único reducto de libertad para muchas mujeres era, paradójicamente, el encierro en un convento

¿Matará el pódcast a la estrella de la radio?

¿Matará el pódcast a la estrella de la radio? / Pixabay

Con la Semana Santa reciente viene a cuento dedicar unas líneas a uno de los podcast nacionales en emisión más singulares. Quien no lo conozca está a tiempo de disfrutarlo, si le gusta la historia y sus detalles insólitos y le interesan los asuntos de mujeres. Se llama "Las hijas de Felipe" (Podium Podcast) y se ha hecho un hueco en las plataformas digitales con una temática poco usual: las monjas y barroco. Toda una rareza.

Tras él están Ana Garriga y Carmen Urbita, dos jóvenes doctoradas instaladas en Providence, en Rhode Island, y que están tan al día de las tendencias del 2023 como de las modas de los siglos XVI y XVII. Amorosísimas e ilustradísimas, son devotas admiradoras de Teresa de Ávila y se iniciaron en esto del podcast en la pandemia, por entretener el tiempo y enclaustradas en sus diminutos apartamentos conectadas por Zoom.

Su gracia y su interés reside en la contemporaneidad con la que hablan de los episodios y las curiosidades históricas que refieren, cuestiones más bien livianas, cotilleo y 'bling bling' barrocos, como ellas los llaman. Sostienen que cualquier situación o experiencia por la que una mujer esté pasando ahora, por terrible o extraordinaria que parezca, ya la vivió alguna otra hace 400 o 500 años, y probablemente una monja.

"Las hijas de Felipe" se llaman así por las infantas Isabela Clara Eugenia y Micaela Catalina, nacidas del matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois. Ana Garriga y Carmen Urbita las han elegido como sus alter ego, porque en ocasiones se ven tan pálidas y desvalidas como ellas. Son la imagen de presentación de su podcast, tal y como las retrató Alonso Sánchez Coello allá por el 1575, cuando eran unas niñas.

Les han dedicado uno de sus capítulos; en los otros lo mismo hablan de monjas endemoniadas, que de los dineros conventuales y Tik Tok, de las relaciones sentimentales y sexuales que se establecían entre las moradoras de los monasterios, de la extraña relación de las Descalzas Reales de Madrid con su inmensa colección de imágenes del Niño Jesús que vestían, cuidaban y mimaban como si de sus propios bebés se trataran, de fitness barroco, pócimas y otros remedios de belleza en boga entre las clases acomodadas del XVI y el XVII, de la arquitectura y la organización de las casas de clausura, de reliquias y de toda clase de malestares femeninos.

Ana Garriga y Carmen Urbita las han elegido como sus alter ego, porque en ocasiones se ven tan pálidas y desvalidas como ellas

Garriga y Urbita son buenas manejando las anécdotas, acomodan el lenguaje y la narración a la época de la que hablan, pero cada uno de sus capítulos, uno cada quince días, tiene un trasfondo más profundo y todos ellos, aunque traten de cosas tan lejanas, ayudan a entender cómo hemos llegado hasta aquí. "Las hijas de Felipe" cuentan cómo hubo un tiempo en el que el único reducto de libertad para muchas mujeres era, paradójicamente, el encierro en un convento.

Esa era la única alternativa para las que no querían pasar por el aro del matrimonio y por el trance de un parto, y de otro y otro y otro, hasta que el cuerpo aguantara o se dejaran la vida en ellos. Y a la vez muestran cómo, pese a la oscuridad y el ambiente opresivo de aquella época, había mujeres aventureras, valientes, inquietas, disfrutonas y con desparpajo, que a la fuerza se volvían ingeniosas para hacer burlar todo un aparataje político, social, religioso y literario ideado para tenerlas bajo control y al servicio de los varones, del Estado, de la Corona y de Dios.