Opinión | A PIE DE PÁGINA

El siniestro mercado de bebés

La Declaración de Casablanca, suscrita este mes por juristas y sanitarios de 75 países, aboga por la abolición universal de la gestación subrogada

El embarazo es una de las causas de la diástasis abdominal.

El embarazo es una de las causas de la diástasis abdominal.

Si de algo se habló durante la semana pasada, y mira que había asuntos serios que comentar, fue sobre la sorpresiva maternidad de Ana Obregón, actriz, presentadora y, ante todo, superstar de la prensa rosa española.

Su biografía está escrita e ilustrada en papel cuché y en ella abundan los giros inesperados, entre los que se incluyen una incursión en Hollywood en la que le cocinó una paella a Steven Spielberg; un romance con Alessandro Lequio, un conde italiano reconvertido en tertuliano televisivo, y, el más dramático, dolorosísimo y que, este sí, hay que tomar muy en serio, el fallecimiento de su único hijo.

Para sanar ese duelo y aliviar la ausencia de su primogénito, que cualquiera entiende que debe ser desoladora, la presentadora ha encargado un reemplazo, ha alquilado un vientre ajeno y ha pagado por la niñita que se ha gestado en él. Los comentarios que ha dejado escritos en sus redes sociales muestran bien a las claras cómo ha volcado en la recién nacida todas sus expectativas vitales, una carga muy pesada para una criatura tan pequeña.

Es de suponer que la producción de bebés se abarataría si se echara mano de los vientres de las mujeres en muerte cerebral, tan improductivos ahora, para poner más niños en ese siniestro mercado

Se comprende por qué lo ha hecho, para espantar la soledad, y se le disculpa la edad, más de abuela que de madre, porque al fin y al cabo a las puertas de los colegios y en los parques abundan los abuelos y porque lo de la edad no se cuestiona tanto cuando el añoso es el padre. Lo inexcusable es el mercadeo de seres humanos en el que ha incurrido para apaciguar su dolor.

Unos días antes de que Ana Obregón se instalara confortablemente en un apartamento de Miami a esperar que otra mujer pariera a su hija, un centenar de juristas, médicos y psicólogos suscribían en Casablanca la Declaración para la Abolición Universal de la Gestación por Subrogación o, simplemente, Declaración de Casablanca.

Los firmantes, expertos procedentes de 75 países entre los que está España, admiten la legitimidad del deseo de ser madre o padre, pero entienden que ese deseo no puede satisfacerse a cualquier coste, tratando a las mujeres como objetos y a los niños como mercancías. Sostienen que la gestación subrogada atenta contra la dignidad y los derechos humanos y abogan por la abolición de esas prácticas porque, aunque son pocos los países en las que son legales -15 en la actualidad-, en un mercado global los clientes siempre encuentran el modo de satisfacer su demanda. Es cuestión de dinero y de libre mercado.

Lo inexcusable es el mercadeo de seres humanos en el que ha incurrido para apaciguar su dolor

Hasta que estalló la guerra, Ucrania era el país más económico para alquilar a una gestante; así, sin más, obviando los lazos que se establecen entre un bebé y la propietaria del cuerpo que lo nutre y en el que crece durante nueve meses; por unos 39.500 dólares, asunto resuelto. En Kenia cuesta algo más, 50.000 dólares, y en México se encarece hasta los 80.000. En Estados Unidos, requiere, como mínimo, unos 113.000 dólares. Son datos de 2021 y han sido recabados por Families Through Surrogacy, una asociación de familias que han recurrido a la gestación subrogada. Y a eso hay que sumarle los gastos de viajes y estancias.

Las cifras son elocuentes y no es casual que los costes se abaraten cuanto más vulnerable es un país. Simple economía de mercado. Es de suponer que la producción de bebés se abarataría si, como proponía recientemente el Colegio Médico Colombiano, se echara mano de los vientres de las mujeres en muerte cerebral, tan improductivos ahora, para poner más niños en ese siniestro mercado.