Opinión | EN CLAVE EUROPEA

Los autócratas salen caros a la OTAN

Viktor Orban y Recep Tayyip Erdogan han convertido sus países en regímenes autoritarios con elecciones sin que la OTAN haya adoptado ninguna medida

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en el Parlamento turco, en una imagen de archivo.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en el Parlamento turco, en una imagen de archivo. / EP

El veto de Turquía y Hungría al ingreso de Suecia en la OTAN muestra que la pasividad y tolerancia de la alianza con sus miembros autocráticos sale caro. Con la seguridad de Europa amenazadas por la guerra en Ucrania, iniciada hace más de 13 meses por la invasión rusa, el comportamiento de los gobiernos turco y húngaro debilita la cohesión y la capacidad de acción de la OTAN. Desde hace más de una década, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, y el presidente truco, Recep Tayyip Erdogan, han convertido sus países en regímenes autoritarios con elecciones, sin que la OTAN haya adoptado ninguna medida para frenar y revertir esa deriva autoritaria. Turquía y Hungría no han sido invitados a la segunda Cumbre para la Democracia, organizada por el presidente norteamericano, Joe Biden.

Bajo la presión de Washington, Turquía y Hungría han aceptado dejar de seguir demorando la adhesión de Finlandia y sus respectivos parlamentos han ratificado el ingreso del país en la Alianza Atlántica. Los 1.340 kilómetros de frontera común de Finlandia con Rusia le convierten en un país más expuesto que Suecia a eventuales represalias rusas por romper la política de neutralidad pactada por Helsinki al final de la segunda guerra mundial con la vencedora Unión Soviética en el Tratado de Paz de París (1947) y el Tratado de Amistad Cooperación y Asistencia Mutua (1948). Una vez abandonada la política de neutralidad, Finlandia necesita contar cuanto antes con la protección del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que garantiza la defensa colectiva de sus miembros frente a una agresión exterior.

Turquía y Hungría mantienen su veto a la adhesión de Suecia, según los motivos expresados por Ankara y Budapest, como represalia porque los ciudadanos suecos ejercen los derechos y libertades garantizados por el Tratado del Atlántico Norte y porque el Gobierno sueco, a diferencia del turco y el húngaro, respeta los principios democráticos que la OTAN teóricamente debe proteger, según el encabezamiento del tratado fundacional de la Alianza Atlántica.

Molestos con Suecia

Erdogan está molesto con Suecia por las manifestaciones antiturcas y antiislámicas que se han producido en el país y por la negativa del Gobierno sueco a extraditar a 124 exiliados a los que acusa de terrorismo, un concepto del que abusa Ankara para perseguir judicialmente a la oposición. Ante los malos sondeos en las elecciones presidenciales y legislativas del 14 de mayo, Erdogan intenta recongraciarse con EEUU con su cesión en Finlandia, pero mantiene el veto a Suecia para presentarse como un líder fuerte y capitalizar un voto nacionalista e islamista.  

Orban reprocha a Suecia las críticas al régimen autoritario húngaro y el apoyo gubernamental a suspender el desembolso de fondos europeos a Hungría por su violación grave y persistente de los principios democráticos y por su falta de medidas para atajar la corrupción. Suecia desempeña ahora la presidencia semestral rotatoria del Consejo de la UE y Orban presiona con su veto para lograr el acceso a los fondos europeos congelados.

Turquía debilita la eficacia política de la OTAN al negarse a aplicar las sanciones económicas contra Rusia por su invasión de Ucrania adoptadas por los aliados y la Unión Europea (UE) y al ayudar a Moscú a sortearlas. El comercio entre Rusia y Turquía se ha multiplicado por dos en un año. Hungría actúa de caballo troyano ruso, ha rechazado suministrar armamento a Kiev y ha retrasado la adopción de las sanciones contra Moscú hasta obtener amplias exenciones, en especial en materia energética. Desde 2018 y antes de la invasión rusa, Hungría también había vetado diferentes reuniones de alto nivel entre la OTAN y las autoridades ucranianas.

No es la primera vez que Erdogan contribuye a desestabilizar el entorno de la OTAN para satisfacer sus ambiciones políticas exteriores panotomanas. En 2020, desestabilizó el Cáucaso, al promover la segunda guerra del Alto Karabaj, suministrando al régimen autoritario de Azerbaiyán drones de combate y milicianos yihadistas de Siria. Desde 2019, Turquía intervino en la guerra civil libia, enviando unos 18.000 yihadistas sirios, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos. Hasta julio de 2015, Erdogan obstaculizó los ataques de EEUU y otros miembros de la OTAN contra las fuerzas de Estado Islámico en Siria e Irak y el director del diario turco 'Cumhuriyet', Can Dündar, fue condenado en 2016 por revelar secretos de estado al documentar cómo Ankara armaba a los yihadistas en Siria.