Opinión | GESTACIÓN SUBROGADA

Ana Obregón, la soledad y el duelo

La decisión de la actriz y presentadora de recurrir a la gestación subrogada para, en sus palabras, volver a vivir ofrece un vistazo a lo que se intuye como un inmenso dolor por la muerte de un hijo

Ana Obregón, saliendo del hospital de Miami con su hija.

Ana Obregón, saliendo del hospital de Miami con su hija. / ¡HOLA!

"Ya nunca volveré a estar sola, he vuelto a vivir". La única declaración conocida de Ana Obregón en plena tormenta por su recién estrenada maternidad por una gestación subrogada es un vistazo fugaz al dolor y al duelo que siente la actriz por la muerte de su hijo Aless, por cáncer, a los 27 años. La vida de Obregón desde su juventud se ha desarrollado bajo los focos, entre cámaras y posados, así que no es extraño que este proceso tan desgarrador también haya sido público, con muestras televisadas de dolor desde la muerte de su hijo. En este contexto, no sorprende tampoco que la noticia de su nueva maternidad a los 68 años haya aparecido en la portada del '¡Hola!' y esté siendo desmenuzada bajo los focos, ante las cámaras y en las redes sociales. Es el hábitat natural de Ana Obregón, pero difícimente es el más indicado para debatir a golpe de tuit y de apremios legislativos sobre vientres de alquiler, la edad para ser madre o el duelo.

El duelo es el motivo que ha llevado a Obregón a la gestación subrogada. Es también una de las aristas de las que menos se habla en la explosión de opiniones que ha rodeado la portada del '¡Hola!'. No es aventurado afirmar que Obregón ha recurrido a un vientre de alquiler, a su edad, porque le aterra la soledad, porque no ha superado la muerte de su hijo y porque este bebé que se ha gestado en el cuerpo de otra mujer es para ella una transfusión de pura vida. Todo ello se puede comprar o alcanzar en forma de bebé fuera de España con el dinero suficiente. Lo han hecho antes otras personas, famosas y no, y seguirán haciéndolo otras porque, me temo, el falso derecho a ser padre o madre puede comprarse con dinero. Nada que añadir a todas las críticas que ha recibido Obregón, Juan Soto Ivars me representa cuando escribe en este diario: "Ningún servicio debería pasar por arrebatarle a una madre a su bebé de sus brazos". Tampoco añadiré más piedras en la lapidación pública de Obregón, no creo en la humillación de quien necesita y reclama, a gritos, un motivo para seguir viviendo.

Da que pensar el vértigo de la soledad que se intuye en esta mujer de 68 años que abandona un hospital a miles de kilómetros de su casa en una silla de ruedas con un bebé en brazos tras un parto en el que ha aportado el dinero. La muerte de un hijo rompe el ciclo normal de la vida, por este motivo es tan difícil de digerir. Intuyo la profundidad del dolor, unido además a la certeza de que para mucha gente la vejez equivale a soledad, da igual su cuenta corriente, su profesión y su popularidad. Muchas viudas y viudos (la perspectiva de género en este tema es crucial) dejan pasar las horas en la soledad de sus casas mientras sus hijos, ya adultos, bastante trabajo tienen con vivir sus vidas. ¿Cuántas veces hemos escuchado que la llegada de los nietos es una transfusión de vida, nuevos motivos para vivir, para tantos abuelos y abuelas? Ana Obregón perdió a su hijo y no puede ser abuela, pero busca lo mismo en su nueva hija. La soledad y el duelo inconcluso por el hijo muerto no la justifican, solo la explican.

También la explica un concepto imperante de la maternidad que no ha inventado Obregón: en muchos círculos han convertido el deseo de ser padre o madre en un derecho. Tener hijos es muchas cosas, pero no un derecho. La gestación subrogada encuentra en este concepto la motivación que da forma a un mercado acaudalado y ansioso de encontrar argumentos para justificar el alquiler del cuerpo de una mujer. Obregón no ha inventado la manipulación de conceptos nobles como derechos, libertad, amor, decisiones adultas responsables y maternidad. Obregón los declina y se aprovecha de la existencia de un mercado que se ha creado alrededor de ellos. En este sentido, la gestación subrogada es otro símbolo de unos tiempos en los que los derechos se mercantilizan, los sentimientos tienen precio y la soledad se puede combatir con un viaje a un hospital de Miami. Nos está quedando una distopía individualista la mar de apañada. 

Pero más allá de la opinión que individual y socialmente merezcan los actos y las motivaciones de Obregón, la realidad es que es una mujer de 68 años madre de un bebé recién nacido. Y ese bebé sí tiene derechos. Pasada la tormenta, esto es lo que debería importar: el bienestar de una niña que ha venido al mundo tan sobreexpuesta a los focos y a las cámaras como su madre no biológica. Ya tiene, incluso, su primer posado, robado o falso robadoy miles de personas opinando sobre ella. Buena suerte y bienvenida a la vida, pequeña Ana