Opinión

La brecha económica de la actividad física

Las actividades físicas se están convirtiendo en nuevos espacios de privilegios a los que solo pueden acceder aquellos que tienen la capacidad económica para participar en todo el negocio que se está montando alrededor

"Siempre ha habido actividades deportivas con exigencias más altas para participar en ellos porque costaba acceder, se me ocurren el tenis, el esquí o el golf; pero también había otros que se podían practicar en la calle, sin mucho".

"Siempre ha habido actividades deportivas con exigencias más altas para participar en ellos porque costaba acceder, se me ocurren el tenis, el esquí o el golf; pero también había otros que se podían practicar en la calle, sin mucho".

Al hablar de hacer ejercicio, es decir, con quién lo practicas, qué actividades realizas y cuándo lo llevas a cabo, rara vez consideramos la relación existente con la situación económica de la familia. Aunque hay disciplinas en las que este factor no debería ser determinante, lo cierto es que existe una brecha en el ámbito del deporte a la que se le da poca importancia. Esta brecha podría abordarse con mayor facilidad si se tratara desde etapas tempranas como parte integral del proceso educativo. El apoyo al deporte no debe enfocarse exclusivamente en aquellos individuos sobresalientes o especialmente talentosos, sino en una política social universal que fomente valores y estilos de vida saludables

Una familia media en Estados Unidos paga casi 1000 euros anuales por el deporte principal de un menor. El año pasado, con la inflación y el resto de turbulencias económicas, los gastos de viaje para practicar deportes aumentaron casi un 20%, según la última encuesta del Instituto Aspen. Los padres de las familias más pudientes gastaron unas cuatro veces más en el deporte de sus hijos que las familias con menos ingresos. Es evidente: aquellos que ganan más de 150.000 euros gastaron un 83% más en viajes de deportes que las familias que ganan menos de 50.000. Los niños y las niñas de Estados Unidos siguen teniendo experiencias deportivas diferentes en función del dinero que tengan sus padres, lo que provoca que cada vez sean menos los que practiquen deportes. Aunque se podría pensar que las consolas y las pantallas tienen la culpa, la realidad es que las actividades físicas se están convirtiendo en nuevos espacios de privilegios a los que solo pueden acceder aquellos que tienen la capacidad económica para participar en todo el negocio que se está montando alrededor. No es una cosa menor. El deporte que hagas de pequeño también condicionará el que hagas de mayor, y a la vez esa actividad física de adulto no solo afectará a tu salud sino también a tu capital social. ¿Pasará lo mismo en otros países?

En las universidades existe una variada oferta de actividades físicas a través de las cuales estudiantes consiguen becas para prestigiosas instituciones a las que no tendrían acceso de otra forma. Lo podemos explicar mejor con una historia. Emma, una estudiante aplicada procedente de una familia acomodada, comienza como tantas otras jóvenes su andadura universitaria para seguir el camino que tenía marcado en la vida. Pasa los días en clase y las tardes en natación. Encarna la esencia de lo que significaba ser estudiante en una de estas universidades. En el otro extremo esta Kim. Nacida en una familia que lucha por llegar a fin de mes, y cuyo futuro depende más de la suerte que de ninguna otra cosa. Gracias a una beca de natación, logra asistir a la misma universidad. Aunque es una amante del deporte, su vida universitaria consiste principalmente en las clases, que ya le suponen un esfuerzo adicional porque no tiene tutores particulares ni red de apoyo familiar. Además, trabaja por las tardes fuera del campus para poder mantenerse; lo que le deja poco espacio para el deporte. Mientras Emma y Kim pasan el curso académico, su profesora se pregunta por las grandes disparidades en los estilos de vida que empieza a ver entre el alumnado, especialmente el becado por deportes. Se embarca en un estudio para descubrir los factores subyacentes que influyen en la participación de los estudiantes en actividades físicas. Casi 800 estudiantes de 20 universidades británicas diferentes mostraron un resultado muy claro. En general, los estudiantes de grupos socioeconómicos más bajos, como Kim, son menos activos que sus compañeros pudientes como Emma. No solo importa el deporte que hubieran practicado antes de llegar a la universidad y por tanto el hábito adquirido con el que ya contaran, sino que también pesan las limitaciones de tiempo o los deberes, además de la falta de confianza, que constituyen los principales obstáculos.

A veces las brechas son contraintuitivas como la del deporte. Siempre ha habido actividades con exigencias más altas para participar"

A veces las brechas son evidentes. Tener o no tener un ordenador o un teléfono móvil es algo fácil de identificar y de solventar. A veces las brechas son contraintuitivas como la del deporte. Siempre ha habido actividades con exigencias más altas para participar en ellos porque costaba acceder, se me ocurren el tenis, el esquí o el golf; pero también había otros que se podían practicar en la calle, sin mucho. Por desgracia la exigencia mercantilista se ha extendido a casi todos sin una red de apoyo pública. Pagar un gimnasio, entrenar, jugar en un equipo de futbol, la rítmica o los viajes de la competición de turno. Son actividades caras, que requieren material añadido e infraestructura, incluso doméstica. El dinero es fundamental, pero más aun lo es el tiempo. Quién tendrá tiempo para el deporte cuando está trabajando de más para pagar las facturas porque los sueldos ya no llegan.