Opinión | A PIE DE PÁGINA

Todo se junta

cada vez se difunden más agresiones sexuales perpetradas por menores que ocurren tanto fuera como dentro del colegio y este aumento no puede despacharse como si fuera algo esporádico

Un manifestante sostiene una pancarta que exige tolerancia cero con la violencia machista.

Un manifestante sostiene una pancarta que exige tolerancia cero con la violencia machista. / EFE/Lavandeira jr

Estas semanas han sido noticia varias agresiones sexuales perpetradas por menores de entre 12 y 14 años. Algo está pasando y hay que dar la voz de alerta antes de que vaya a más. Habría que comenzar analizando el proceso de socialización que estos jóvenes reciben y con el que interiorizan las maneras de pensar, sentir y actuar de la sociedad en la que viven. Ya se sabe que los agentes socializadores han sido siempre la familia, la escuela, los grupos de iguales y los medios de comunicación de masas. Sin embargo, con la aparición de internet y la irrupción de las redes sociales, es fundamentalmente en el ciberespacio donde las generaciones jóvenes aprenden los modelos de comportamiento que luego mimetizan y aplican al relacionarse entre sí.

Es en este medio digital, de fácil acceso a la pornografía y en el que proliferan imágenes explícitas de violencia sexual, donde se produce hoy la socialización de la gran mayoría de los menores. Y es esta socialización, que sirve de aprendizaje para prácticas sexuales violentas, la que se conoce hoy como pornosocialización.

Por otra parte, no hay que perder de vista que también a nivel digital se ha generado un tipo de sociabilidad on line entre varones que se sienten impunes para lanzar mensajes de humillación y de odio hacia las mujeres. Esa misoginia on line a gran escala recibe el nombre de manosfera que es un concepto que procede del inglés man (hombre) y sphere ( esfera). En concreto, con este término se hace referencia a un conjunto de espacios virtuales que reúne a los grupos misóginos y antifeministas que están influyendo en la sociedad y polinizando la mentalidad de los niños y los jóvenes en edad de escolarización.

Dado lo preocupante de esta constatación, el Centro Reino Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD publicó un informe sobre el avance del machismo entre jóvenes y se interesó por la manosfera española para identificar quién está detrás de esos mensajes y en qué forma.

A tales fines, la socióloga Elisa García Mingo ha dedicado sus investigaciones. Sus conclusiones dejan al descubierto el código visual violento hecho a la medida de una masculinidad hegemónica que asocia la virilidad con los atributos genitales y el dominio del varón sobre la mujer. En esta tecnocultura tóxica llama la atención que sean los mismos perpetradores de la violencia sexual quienes se graben a sí mismos cometiendo el delito y suban las pruebas incriminatorias a la red.

El fin último de la agresión parece ser el de hacer circular mensajes, imágenes y videos cortos en Twitter, Instagram o Tiktok para conseguir popularidad sin importarles las consecuencias ante la ley. El caso es que cada vez se difunden más agresiones sexuales perpetradas por menores que ocurren tanto fuera como dentro del recinto escolar y este aumento no puede despacharse como si fuera algo esporádico acometido por unos pocos irresponsables que no saben lo que hacen.

A esta misoginia on line que permea la mentalidad juvenil es erróneo quitarle importancia o ubicarla solo entre unos cuantos negacionistas de la violencia de género. Se trata más bien de un fenómeno nuevo pero transversal que agrupa a todos quienes sacan rédito de ello ya sean apolíticos o de un partido político determinado. En realidad, el éxito de este espacio digital de crispación reside en su capacidad para restaurar la masculinidad que se siente amenazada ante el avance del feminismo y la aparición de una sociedad democrática que defiende la igualdad entre mujeres y hombres.

Hoy, cuando se sabe que la pornosocialización y la manosfera son las causantes de un mundo simbólico misógino, aberrante y anticivilizatorio, las políticas públicas de educación han de abordarlo coeducativamente en las aulas y con las medidas de reparación que a nivel judicial las víctimas precisen. Todo se junta y no caben medias tintas.