Opinión | CRISIS

Bancos más fuertes, misma incertidumbre

Estamos ante la primera gran prueba de fuego desde la crisis financiera del año 2008 y pronto sabremos si el dique va a resistir

Imagen de archivo de la sede del Banco de España.

Imagen de archivo de la sede del Banco de España. / EUROPA PRESS

Desde hace dos semanas, cuando estalló la crisis del californiano Silicon Valley Bank (SVB), escuchamos a las autoridades de la UE decir que el sistema bancario europeo es sólido y que no habrá contagio. Pero después de la quiebra del SVB vino la caída de Credit Suisse y, cuando parecía que se había calmado la situación, se desplomó en bolsa el Deutsche Bank. Los mercados son alérgicos a la incertidumbre y, aunque la situación actual no tiene nada que ver con las razones que llevaron a la quiebra de Lehman Brothers, el recuerdo de la recesión subsiguiente sigue muy vivo.

El mensaje a la calma que transmiten Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo (BCE), los jefes de Gobierno y ministros de finanzas europeos y hasta los banqueros es lo razonable, porque insinuar lo contrario sería suicida. Además, están en lo cierto. La banca europea es hoy más fuerte que en 2008, y lo es porque tras aquella crisis se diseñó una arquitectura regulatoria y de supervisión para evitar situaciones parecidas. Los grandes bancos españoles, además, superan con creces estos requisitos: disponen de 45.886 millones de euros más de capital para absorber pérdidas que cuando colapsó Lehman Brothers, un 27% más. Están más preparados para afrontar posibles fugas de depósitos y tienen, además, una tasa de morosidad baja. Todo este refuerzo es como un dique, hasta que no viene la inundación no se sabe si es suficiente para resistir. Estamos ante la primera gran prueba de fuego desde 2008.

En la actual tormenta financiera no valen discursos complacientes, porque si bien hay motivos para la calma, el sector no está exento de riesgos. Aparte de la distinta naturaleza de la crisis de hace 15 años, lo que la diferencia con la de ahora es la celeridad con que han actuado los organismos de supervisión a ambos lados del Atlántico. Se ha intentado cerrar la herida antes de que la sangría fuera a peor. Pero algunas acciones que se han adoptado son discutibles, por ejemplo, en el caso del SVB, garantizar todos los depósitos (incluso los superiores a 250.000 dólares), y, en el rescate de Credit Suisse, que los accionistas mantuvieran parte de su dinero mientras que los poseedores de los bonos convertibles en acciones (cocos) se quedaran sin nada, alterando la regla de prevalencia.

Otro riesgo es que la debilidad del sistema financiero de Estados Unidos, con una regulación menos estricta que la de la eurozona, acabe arrastrando al resto. Aunque el mayor peligro de todos sería que lo que hasta ahora no pasa de ser una crisis bancaria acabe trasladándose a los estados, que deban rescatar con dinero público a las entidades. De ahí el reciente mensaje de Lagarde de que dotará de liquidez al sistema cuando haga falta. Por ahora, tanto el BCE como la Fed han mantenido su política de subida de tipos de interés, porque controlar la inflación es prioritario, pero no es descartable un cambio de rumbo en próximas reuniones.

Aparte de la distinta naturaleza de la crisis de hace 15 años, la diferencia ahora ha sido la celeridad de los supervisores"

Si es cierto que han mejorado los mecanismos de control y supervisión desde la última crisis, persiste la duda de cómo es posible que se hayan producido los últimos episodios. Algunos analistas apuntan a que hay que avanzar en la unión bancaria europea, de la que ha habido grandes avances pero aún no se ha completado. Aunque probablemente se trate de algo más simple, y a la vez más difícil de solucionar: el problema de reputación que aún acompaña a la banca y que da pie a todo tipo de dudas.