Opinión | VISITA A CHINA

La cita de Xi con Sánchez

El viaje del presidente del Gobierno a China está íntimamente relacionado con el interés de Pekín por abrir una vía de comunicación con la UE

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a Xi Jinping, Presidente de la República Popular China, en una imagen de 2018

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a Xi Jinping, Presidente de la República Popular China, en una imagen de 2018 / José Luis Roca

El próximo viaje a China de Pedro Sánchez a requerimiento de Xi Jinping está íntimamente relacionado con el hecho de que España ocupará la presidencia de turno de la Unión Europea. También con la búsqueda por el presidente chino de interlocutores dispuestos a reflexionar sobre el plan de paz de 12 puntos presentado el 24 de febrero para detener la guerra en Ucrania.

El Gobierno chino deja claro que da por amortizada la presidencia sueca con esta maniobra diplomática desplegada a renglón seguido de la visita de Xi a Moscú y del afianzamiento, al menos de palabra, de la alianza estratégica con Rusia. En el empeño chino de ejercer como mediador, Suecia es un país demasiado cercano a la amenaza rusa que, además, tiene empantanado su ingreso en la OTAN por la oposición explícita de Turquía y la implícita de Hungría.

El desplazamiento del presidente del Gobierno se producirá después del que hizo el canciller alemán, Olaf Scholz, hace unas semanas y antes del que tiene previsto realizar el francés Emmanuel Macron en abril. Todo encaja en la doble estrategia china: abrir una vía de comunicación razonablemente sólida con la Unión Europea a través del país que la presidirá a partir de julio y, al mismo tiempo, sacar el máximo partido a la influencia en el desarrollo de los acontecimientos del eje franco-alemán, núcleo duro de los Veintisiete. Pekín buscará así una alternativa a la dirección de Estados Unidos en la estrategia general desplegada por Occidente en la guerra de Ucrania.

El país asiático busca mediar en la guerra de Ucrania y necesita interlocutores para valorar su plan de paz

Resulta alambicado buscar otra explicación a la cita de Sánchez en Pekín. Los intercambios bilaterales hispano-chinos rondan los 40.000 millones de dólares, una cifra importante, pero relativamente pequeña para un país del que proceden el 14% de las exportaciones a escala mundial. Tampoco figuran las empresas españolas entre las de mayor inversión en China y la presencia de capital chino en España no tiene las dimensiones de otros países de la UE. Y en ningún caso las relaciones se ven muy afectadas por el proteccionismo aplicado por Estados Unidos a los productos chinos.

Para ocupar la posición de mediador Xi necesita interlocutores dispuestos a escuchar y Washington no lo es porque no ve en el plan de paz más que una propuesta útil al invasor, que neutraliza el esfuerzo militar de Occidente para ayudar a Ucrania y que persigue saldar la guerra con la consolidación rusa en los territorios ocupados. Ese es al menos el argumentario estadounidense, bastante diferente al de algunas voces que en Europa, de forma más o menos clara, sostienen que es necesario dar una oportunidad a una iniciativa de paz.

Que la gestión de Sánchez dé frutos concretos es harina de otro costal. El enrarecimiento del clima político entre Rusia y la UE y la consolidación del bloque atlántico es tan evidente y resulta tan manifiesta la voluntad rusa de dañar la unidad europea mediante aliados oportunistas -Hungría y Bulgaria- que es difícil que todo pueda ir más allá de las buenas palabras y de algún acuerdo bilateral de naturaleza económica. El alto el fuego aún está por tanto muy lejos.