Opinión | LA RESACA POLÍTICA

¿Ha sido un tostón la moción? Sí, pero no

La España que avanza y dialoga se encontró con un candidato que proponía retroceder y que no estaba dispuesto a dialogar

Ramon Tamames, ayudado por Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados

Ramon Tamames, ayudado por Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados / José Luis Roca

Pues si me lo hubiesen preguntado las primeras tres horas de debate, sin duda, habría dicho que sí. Porque empecé a verlo convencida de que era una pérdida de tiempo. Creía que no era el momento, ni el candidato, ni el partido proponente, ni nada me cuadraba. Pero, terminada y reposada ya la moción de censura, la verdad es que me ha parecido muy útil. Al menos para un par de cosas.

Ha sido útil en primer lugar para analizar para qué sirve Vox. Vox es un partido reaccionario, que nació con vocación agitadora como reacción a tres momentos que retaron a la democracia española a avanzar. Por un lado, el 15-M quiso empujar a nuestro país a cuestionarse los privilegios de unas élites cuya avaricia había encorsetado la democracia y llevado al pueblo a la ruina. Por otro lado, el 8-M masivamente sacó a las mujeres a la calle para decir basta al patriarcado, y quiso demostrar que, si paramos nosotras, se para el mundo. Y por último el 1-O, quiso lograr que la ciudadanía pudiese votar en referéndum su autodeterminación. Tres grandes retos que, con mayor o menor fortuna, vinieron a agitar el tablero y cambiaron nuestro país sin vuelta atrás.

Frente a esto, Vox nació para proponer políticas conservadoras: mantener los privilegios de unos pocos, más patriarcado y limitación de derechos a las mujeres y también más centralismo para una España monolítica que solo existe en su cabeza. Probablemente si preguntamos a los más fervientes defensores de estos tres movimientos: el democratizador, el feminista y el nacionalista o incluso independentista, ellos nos dirán que no han avanzado suficiente y es cierto. Pero Vox cree que han avanzado demasiado y que ese avance ha destruido el país. Cree que esto hay que pararlo, por eso presentaron una moción de censura.

Hoy, después de esta absurda moción, confirmamos cuán equivocado está Vox y cuán perdido su candidato Tamames. A la afrenta contra los nacionalismos le contestó con contundencia Aitor Esteban, cargado de razón y sentido común, desarmando absolutamente las caducadas pretensiones de Tamames. A su posición a favor de las élites le contestó Errejón, recordándole que cada vez que han tenido que elegir, Vox nunca ha dudado. En cada votación se ha posicionado con los fondos buitre, con la patronal, con la banca, con las eléctricas, siempre con los privilegiados. En cuanto al feminismo le contestó muy dura la vicepresidenta Díaz, para darle la bienvenida al 2023 y recordarle que no se puede pensar en un país sin las mujeres y que no vamos a ceder ni un centímetro de nuestros derechos.

En conclusión, Vox vino a desplegar su odio frente a catalanes y vascos, frente a los derechos de las mujeres, o frente a las políticas hechas para los cualquiera que limitan el desenfreno de los privilegiados. Y fracasó. Vox ya no sirve. El país que somos hoy es un país que pone impuestos a los beneficios de los bancos y las eléctricas, un país que desarrolla políticas feministas y un país con diversas naciones y diversas lenguas, en el que la mayoría somos conscientes de la riqueza que ello supone y respetamos profundamente el diálogo que nos hace avanzar.

Vox proponía volver al pasado, llegó con una propuesta caducada para una España que ya no existe. Pretendiendo defender España demostraron que la conocen poco y la aprecian menos en toda su complejidad. Pretendiendo llevarnos a otra España, la de su nostalgia que nunca existió más que por imposición, nos hicieron encontrar nuestra fortaleza, la del país que sí somos. La España que avanza y dialoga se encontró con un candidato que proponía retroceder y que no estaba dispuesto a dialogar. Llegó a cuestionar a la Presidenta la necesidad de tener que escuchar a los demás grupos, renunció a turnos de réplica. A él le bastaba con escucharse a sí mismo.

Para Tamames el proyecto de país era él, no hacía falta un programa de gobierno, la memoria democrática se resolvía con su propia transición personal que había viajado desde sus orígenes hasta vox, y el discurso era el suyo, no le apetecía escuchar ni tener que replicar a los demás sus ideas. Al odio de Vox se sumó el desdén y el ego de Tamames que no alcanzaba a comprender como era posible que no estuviesen todos de acuerdo con su propuesta, o que al menos pasasen a votarla sin darle la turra. También descubrió con gran estupefacción que había sido utilizado para un acto electoral de precampaña, vaya, qué sorpresa.

Pero, hablando de efectos electorales, la moción sirvió para una segunda cosa. Sirvió para lanzar a Yolanda Díaz como candidata a la presidencia del gobierno. Tamames, en un acto de servicio por la patria probablemente involuntario, le puso a la vicepresidenta la alfombra y el atril para lanzar su candidatura. Y ella lo aprovecho sobradamente. Yolanda Díaz anunció esa misma mañana que convocaba un acto el 2 de abril para presentar su candidatura a la presidencia, ergo toda España escucho su discurso ya en calidad de candidata a la presidencia. Y procedió a desplegar un discurso ambicioso y solvente, además de leal al Presidente. El Presidente compartió con ella el espacio de réplica a Vox en la primera tanda de intervenciones, no como había hecho con Iglesias en la moción anterior, en la que él que fue relegado a los últimos turnos.

Así que la moción revanchista de Vox, que pretendía desgastar al gobierno y hacer frente al feminismo, al nacionalismo y a las políticas de avance social y democrático, se encontró con un país que avanza donde sus políticas no son útiles ni necesarias. Le brindó la ocasión a Sánchez para fortalecerse y a Díaz para proyectarse. Pero, además, en un intento de quitarle votos al PP seguramente consiguió lo contrario. Ante el esperpento de ayer, es muy posible que los electores de vox hayan acabado prefiriendo cualquier otra opción. Si no fuese por la cobardía de Feijoo, que en vez de votar en contra se abstuvo, incluso podría haber sido él.