Opinión | MOCIÓN DE CENSURA

Una moción destructiva

El veterano economista Ramón Tamames, candidato de Vox a la presidencia, no planteó en el hemiciclo ningún programa de Gobierno alternativo

Iván Espinosa de los Monteros, junto a Santiago Abascal y Ramón Tamames. José Luis Roca

Iván Espinosa de los Monteros, junto a Santiago Abascal y Ramón Tamames. José Luis Roca / José Luis Roca

Con un día de diferencia, la Asamblea Nacional francesa y el Congreso de los Diputados han debatido mociones de censura contra sus gobiernos respectivos. El lunes se debatió en Francia una censura destructiva –vetar una reforma de las pensiones tramitada sin votación parlamentaria y provocar la caída de la primera ministra, Élisabeth Borne– rechazada por solo nueve votos. Este martes se debatía en España una moción teóricamente constructiva, según las previsiones constitucionales, con un candidato a la presidencia del Gobierno que, en caso de ser aprobada, sería investido presidente.

La realidad, sin embargo, es que el debate de la iniciativa patrocinada por Vox se ha asemejado más una moción de censura destructiva. No solo por razones aritméticas –la iniciativa contaba solo con el aval de Vox y la abstención del PP– sino políticas. El largo cara a cara entre Santiago Abascal, que presentó la moción, y Pedro Sánchez, que glosó los logros de su gobierno, con las sucesivas réplicas y contrarréplicas, marcó el tempo parlamentario y dejó como segundo plato la intervención de Ramón Tamames, que se removía incómodo en su asiento. El veterano candidato ha sido sólo el comodín de Vox.

La postura de Feijóo al optar por la abstención no es ajena a los cálculos postelectorales de mayo y diciembre

Tamames aprovechó su momento de gloria para enumerar algunos puntos de un discurso que se había filtrado previamente y que no planteó ningún programa alternativo; se olvidó incluso de verbalizar la propuesta de que, en caso de ser elegido, convocaría elecciones anticipadas coincidiendo con las municipales de mayo. Sus meditaciones en voz alta estaban impregnadas de una mala digestión del texto constitucional y explican su deriva política: de militar en el PCE a abrazar el discurso de la ultraderecha política y mediática sobre la "descomposición" de España, con una reforma electoral incluida para frenar la representación de las periferias. También mostró un déficit de pluralidad, empezando por la lingüística. Todo ello, con digresiones revisionistas sobre la Guerra Civil que ponen en un mismo plano los errores de la República y el golpe de Estado contra el orden constitucional que la derribó.

La moción de Vox, con Tamames de mirlo blanco, ha sido una maniobra de la extrema derecha para recuperar el protagonismo perdido frente al PP. Desde esta óptica, Alberto Núñez Feijóo, al optar por la abstención, se aleja de la contundencia de su predecesor, Pablo Casado, que hilvanó uno de sus mejores discursos contra la anterior moción de censura de Vox. La postura del PP no es ajena a sus cálculos poselectorales tanto para las municipales y autonómicas de mayo como, sobre todo, para las generales de finales de año.

Sánchez saldrá airoso de una moción de censura que no ha construido una alternativa de Gobierno pero que tampoco resuelve sus problemas de fondo, empezando por la cohesión de la propia coalición. El presidente cedió a la vicepresidenta Yolanda Díaz un turno de réplica, un implícito aval, como apuntó con ironía Tamames a su plataforma electoral que Podemos puede torpedear. El primer test será en mayo, pero la moción de censura o de confianza se ventilará en las generales de diciembre.