Opinión | LA COLUMNA
El Clínic y la contienda cibernética mundial
Produce escalofríos la posibilidad de que se atrevan a filtrar los historiales médicos en la deep web o a extorsionar directamente a los pacientes: tu biopsia a cambio de equis miles de euros
Transcurre el tiempo tan acelerado que las monas de Pascua ya asoman a los escaparates de las pastelerías, sobre todo el recurrente bajel de chocolate con sus piratas a bordo. De niña, con una mezcla de hechizo y terror, me gustaban el Capitán Garfio, el universo de corsarios, bucaneros y filibusteros en el Caribe y jugar con mi hermano a los abordajes con unas botas de agua que llamábamos katiuskas (entonces aún llovía). Playas blancas, cofres de perlas y navíos con las velas henchidas de viento. Supongo que la fascinación proviene de la imagen falsa del pirata, forjada en la literatura y el cine, como un ser libérrimo y sin amo, hambriento de azares, una especie de héroe capaz de enfrentarse a los galeones de su majestad católica en defensa de los más desamparados. Ahora, nada que ver. El mundo cambió irremisiblemente tras los atentados del 11S, y los filibusteros han perdido el aura romántica del buen ladrón. Los piratas informáticos actúan desde el anonimato y la impunidad. A degüello.
Poco a poco, el Hospital Clínic de Barcelona recupera la normalidad tras el ciberataque a su sistema informático sufrido el pasado 5 de marzo. A toda ley, la Generalitat de Cataluña se ha negado a pagar el rescate de 4,5 millones de dólares que piden los delincuentes, pero el sabotaje deja tras de sí una estela de incertidumbres. ¿Lo han perpetrado los jenízaros de Ransom House? ¿Provienen estos piratas de Rusia? ¿De China? ¿De Irán? Produce escalofríos la posibilidad de que se atrevan a filtrar los historiales médicos en la deep web o a extorsionar directamente a los pacientes: tu biopsia a cambio de equis miles de euros. La intimidad como mercancía destripada. Espeluznante. Los hackers han robado también el fruto de investigaciones sobre el cáncer y enfermedades autoinmunes, sufragadas con dinero público. ¿Acabarán en manos de mayor postor?
Las guerras se transforman. De la misma forma que asistimos a una proxy-war (guerra por delegación) en Ucrania, nos encontramos inmersos en una contienda cibernética mundial. Dicen los expertos que si el cibercrimen fuera una economía, sería la tercera más grande del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China. Y da la impresión de que las respuestas son individuales, a la defensiva, a salto de mata.
A principios del siglo XVIII, con la paz de Utrecht (1713), un tratado por el que España perdió el monopolio, reconociendo que tanto Inglaterra como Francia y Holanda tenían derecho a comerciar en el Caribe, la piratería se convirtió en un problema global. Solo la desalojaron cuando se pusieron a pelear todos a una.
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