Opinión | GEOPOLÍTICA

Pacto frente a China

El acuerdo de defensa suscrito por EEUU, Reino Unido y Australia para proporcionar a Camberra submarinos nucleares despierta recelos en Pekín

US President unveils Submarine Deal With Australia and the UK

US President unveils Submarine Deal With Australia and the UK / ETIENNE LAURENT / EFE / EPA

El pacto de seguridad suscrito por Estados Unidos, Reino Unido y Australia, conocido como AUKUS, da nuevos argumentos a quienes creen que la rivalidad entre Pekín y Washington conduce inexorablemente a una nueva guerra fría y aleja la hipótesis de una paz fría que, de hacerse realidad, nunca pondría en peligro la buena marcha de los negocios en el seno de la economía global.

Al suministrar a Australia un total de cinco submarinos nucleares a partir de 2030, dentro de un amplio programa que incluye intercambio de recursos y tecnología por un valor de 120.000 millones de dólares, se completa el cinturón de seguridad frente a China, desde Corea del Sur al sudeste asiático. Un escenario con tres teatros de operaciones de gran importancia para Pekín: Taiwán, que pretende anexionarse; el mar de la China Meridional, cuyo control estratégico reclama, y los estrechos que comunican los océanos Índico y Pacífico, vitales para el transporte de energía y de todo tipo de mercancías.

La llamada angloesfera se apresta así a perseverar en una política específica para contener a China desgajada de la política europea, facilitada la operación por la guerra de Ucrania, donde el Gobierno chino emite señales de comprensión hacia la invasión desencadenada por Rusia, aunque practica la ambigüedad en sus declaraciones públicas. También el Brexit ha facilitado el pacto AUKUS, al haber dejado las manos libres a los gobiernos conservadores de Londres para gestionar con acento propio la complejidad de la relación con China y el alcance de la nueva Ruta de la Seda, en cuyo desarrollo tanto empeño pone Xi Jinping para proteger su vínculo con la UE, el primer mercado receptor de sus exportaciones.

La competencia tecnológica y militar será clave en la carrera por la hegemonía de las potencias mundiales

El disgusto manifestado por el Gobierno chino, que culpa al nuevo pacto de una mayor militarización de la cuenca del Pacífico, de violar el Tratado de No Proliferación y de acrecentar los riesgos de una escalada, era tan previsible como la impresión de que la globalización de la economía tal como se conoció en el tránsito del siglo XX al XXI está mutando. No solo porque los intercambios comerciales precisan un clima de confianza, sino porque gana adeptos un neoproteccionismo que permite vislumbrar una nueva doble globalización: la de los aliados occidentales y la articulada en torno al eje China-Rusia, con un gran poder de expansión en el Sur Global. Con inquietantes incógnitas de por medio como el efecto que tal esquema puede tener en un campo capital como el de las nuevas tecnologías, donde China y Taiwán son actores principales.

En esa nueva guerra fría en construcción han saltado por los aires la mayoría de supuestos manejados por los think tanks. Frente a ellos se arma a toda prisa un andamiaje de última generación en el que China ya no es la potencia apegada a una defensa a ultranza del statu quo y Estados Unidos ve amenazada su condición de árbitro indiscutido. Con la competencia tecnológica y la militar situadas en un mismo plano en la carrera por la hegemonía a escala planetaria.