Opinión | LA RESACA DEL 8-M

Feminismo de todas y muchos más

Un movimiento tan grande, tan transversal, tan necesario no puede ser monolítico. Ni debe serlo tampoco

Varias personas se manifiestan en Bilbao durante una concentración convocada por el Sindicato de Estudiantes, por el 8-M

Varias personas se manifiestan en Bilbao durante una concentración convocada por el Sindicato de Estudiantes, por el 8-M / H.Bilbao

Ayer fue el Día internacional de la Mujer, pero que a mí me gusta mucho más llamarlo el Día internacional de las Mujeres. Porque las mujeres somos muchas y muy diversas. Decir “la mujer”, para referirse a todas las mujeres, tiene un carácter esencialista que oculta toda nuestra diversidad. Somos muchas, somos distintas y por eso existen muchos feminismos que, unidos, son un movimiento político imparable.

El feminismo es probablemente el movimiento político más transversal y que más capacidad tiene de movilización hoy en día. Seguramente es el movimiento político que mejor define qué tipo de sociedad queremos ser en el futuro. Hace ahora cinco años, en 2018, nuestro país hizo una demostración al mundo de la fortaleza del feminismo y de la transversalidad que era capaz de alcanzar. Fue un momento histórico donde mujeres de todas las edades y grupos sociales salimos juntas a defender nuestros derechos. Y esa ola feminista que atravesó nuestra sociedad con el 8-M y el MeToo hizo que muchos hombres y chicos jóvenes quisiesen participar de esa lucha. Se sintieron interpelados y quisieron averiguar cómo ellos se podían sumar.

Ese es el éxito. Ese feminismo que agitaron las mujeres referentes en los medios de comunicación con su huelga, ese feminismo en el que querían estar los chavales adolescentes y en el que quería estar Ana Patricia Botín. Ese feminismo al que se sumaban las grandes marcas con sus camisetas. Ese feminismo que nunca habría sido posible sin todas las mujeres luchadoras que nos precedieron en la reivindicación de nuestros derechos, pero que tampoco será posible sostener sin el empuje de todas y todos los que faltan aún en esta lucha. Ese feminismo transversal y gigante es el que nos va a permitir seguir marcando el camino y hacerlo imparable.

Es cierto que las divisiones no nos ayudan en esta lucha, pero ya he empezado diciendo que las mujeres somos muy diversas y que hay muchos feminismos. Las diferencias entre nosotras no son un problema, las discrepancias no son un problema, los debates con distintas opiniones no son un problema. Son la demostración de nuestra diversidad y de la enorme magnitud del feminismo. Un movimiento tan grande, tan transversal, tan necesario no puede ser monolítico. Ni debe serlo tampoco. Pero el feminismo también es encuentro y es respeto. Cuando se busca el desencuentro y cuando no se respeta a la otra, cuando se agita el esencialismo y el odio, cuando se pretende excluir a unas y otras, por unos motivos u otros, ahí se acabó la fiesta, se acabó la transversalidad, se acabó la igualdad y la capacidad transformadora. Se acabó ese atractivo que hacía que muchos insospechados quisiesen ser feministas.

En solo cinco años hemos pasado de que muchos hombres firmasen un manifiesto para no participar en actos sin mujeres, a que muchos de ellos ya no vean la necesidad de respaldar públicamente el feminismo. Hemos pasado de que quisieran renunciar a sus interminables turnos de palabra para escucharnos más, a que vuelvan cómodamente a despreciar nuestra opinión en las reuniones de trabajo. Hemos pasado del todas y todos son bienvenidas a que algunas quieran repartir carnés de buenas y malas feministas. Hemos pasado de ir todas juntas mirando hacia afuera y diciendo ‘no nos mires, únete’, a mirarnos entre nosotras y buscar la diferencia. Basta.

Seguramente hay razones partidistas que alientan estas posiciones. Ese distinguirse de la otra y tomar distancia, ese recurso facilón de señalar buenas y malas que a cada una le lleva a tensionar a las suyas y crecer un poco. ¿A costa de qué? A costa del feminismo, queridas. Y el feminismo no puede ser un elemento partidista, no se puede elegir eso de bueno para mi partido, aunque sea malo para el movimiento, o bueno para mi partido aunque sea malo para el país. Que además alienta unas posiciones reaccionarias a quienes no les duelen prendas en dilapidar todos los avances en igualdad por defender su nicho. No será casualidad que sea justo un asunto que tiene que ver con las mujeres y con el sexo el que haya tensionado tanto al país. De un lado y de otro, la mayoría de las feministas ni entendemos tanta división, ni queremos ser parte de eso. Basta.

Ayer mismo Ipsos sacó un estudio a nivel europeo sobre la lucha feminista y concluye que España lidera la lucha feminista en Europa. El 72% de los españoles creen que son insuficientes los avances en igualdad frente al 44% de los europeos. En nuestro país el 53% de la población se considera feminista llegando a un 45% de los hombres que se definen como feministas. Hemos avanzado mucho. No deberíamos desviarnos del camino.

En este contexto no procede que unas feministas les digan a otras lo que tiene que ser o hacer, que se les diga a las mujeres cómo tienen que ser, que se juzgue cómo cada una defiende, celebra o reivindica su feminismo. Demasiados años luchando para que nadie nos diga cómo tenemos que ser o hacer, para que ahora nos lo hagamos entre nosotras. Basta.

Lo importante es que esta batalla cultural la va ganando la igualdad. Pero, al mismo tiempo, ese segmento reaccionario que ha encontrado su oportunidad para darse golpes en el pecho e interpela a los adolescentes en una cultura nuevamente machista, también avanza a pasos agigantados. Así, siendo el país más feminista de la UE, resulta que también lideramos el ranking de quienes piensan que hemos avanzado tanto en la igualdad de las mujeres, que estamos discriminando a los hombres. Un 53% piensa así (61% de los hombres en España) frente al 38% de los europeos. Un desastre. Es preocupante que lo perciban así porque obviamente ningún derecho compite y el hecho de que las mujeres avancemos en derechos no resta ni un centímetro de derechos a ningún hombre. Puede que tenga que renunciar a algún privilegio, pero ni a uno solo de sus derechos.

El ambiente está tenso. Cinco años después del 8-M de 2018 al que llegamos muy unidas, estamos en un momento de mucha tensión. Un momento en el que la lucha sigue siendo muy necesaria y en el que la reivindicación es imprescindible, pero en el que estas tensiones desincentivan a quienes todavía tienen que dar muchos pasos hacia el feminismo. Por eso muchas ayer, pese a todo, avanzamos juntas en una concentración necesaria, una nueva exhibición de fuerza para seguir adelante, juntas, respetándonos. Ni un paso atrás.