Opinión | EDITORIAL

Empate entre bloques

Existe el riesgo de polarización del debate político para ahondar en la trinchera que separa a quienes tienen opciones de formar mayorías viables de gobierno

El escenario al que apuntan todas las encuestas es que Feijóo está abocado a recabar el apoyo de Abascal

Feijóo insta a adelantar las elecciones a mayo ante la "degeneración" del Gobierno

Feijóo insta a adelantar las elecciones a mayo ante la "degeneración" del Gobierno / EFE/Cabalar

El último barómetro del Gesop para el grupo Prensa Ibérica vuelve a dibujar un empate entre bloques aunque sitúe al Partido Popular como la formación política con mejores expectativas de voto a nueve meses de las elecciones generales. Tras el relevo de Pablo Casado por Alberto Núñez Feijóo, su partido ha atraído votantes tanto de Vox como del PSOE. Ese efecto Feijóo parece haber tocado ya techo en unas cotas insuficientes para facilitar una mayoría cómoda sin el concurso imprescindible de Vox. El escenario al que apuntan todas las encuestas sigue mostrando que la única fórmula de gobernabilidad al alcance de Feijóo pasa por recabar el apoyo del partido ultra. Y, al mismo tiempo, un empate entre ese hipotético bloque de la derecha y la extrema derecha, y el bloque de todas las formaciones contrarias a un Ejecutivo integrado, o condicionado de forma decisiva, por los de Abascal.

Con todo, si bien es cierto que aún faltan nueve meses para las elecciones generales, a tres meses vista nos esperan unos comicios municipales y autonómicos que pueden influir en las siguientes decisiones de voto. Por los resultados en sí mismos, debido a las mayorías que se formen a posteriori, y por la reacción que provoque en el electorado socialista ver (posiblemente) a la ultraderecha con más poder en los ayuntamientos y las comunidades autónomas.

Hay más imponderables. Por ejemplo, cómo será finalmente el proyecto de Sumar liderado por Yolanda Díaz. O qué efecto tendrá en el electorado de izquierdas el empeño evidente desde Podemos (que no desde el entorno de la vicepresidenta) de incidir en las discrepancias con el PSOE en cuestiones tan sensibles como las disfunciones de la ley del solo sí es sí. Vincular las propuestas de reforma de la ley barajadas por los socialistas con la sentencia de La Manada no sirven para activar ni para cohesionar ese bloque, que sigue teniendo posibilidades de formar mayoría para una nueva investidura de Pedro Sánchez.

Ante este empate demoscópico, tensar y polarizar el debate político puede ser una tentación para los estrategas electorales. Tanto para proteger y diferenciar el propio espacio político entre actuales socios de Gobierno como para ahondar la trinchera que separa los dos bloques con posibilidades de formar mayorías viables de gobierno. Cegar cualquier posibilidad de acuerdo entre el PSOE y el PP, alimentar el intercambio de acusaciones ante cualquier debate y subir la temperatura política por la vía de la descalificación puede parecer una opción rentable electoralmente. Pero hay que tener en cuenta hasta qué punto pesan en la desmovilización del electorado las discrepancias sobrealimentadas. Además, una escalada de la tensión impedirá cualquier acción de Gobierno eficaz.

Resulta difícil aspirar a una actitud más constructiva en un ciclo electoral tan intenso concentrado en nueve meses. Pero hay demasiadas decisiones cruciales, entre ellas la reforma de las pensiones, la renovación del CGPJ o la gestión de los fondos europeos que no pueden quedar enfangadas lo que queda de año por un ambiente políticamente tóxico. n

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