Opinión | A PIE DE PÁGINA
Vida y pasión de Leonora Carrington
La exposición sobre su biografía estará expuesta en Madrid hasta mayo y conviene verla porque fue una mujer con una vida novelesca y cargada de dramatismo
Entre las muchas exposiciones que ver esta temporada en Madrid está la retrospectiva de Leonora Carrington, Revelación. Es su primera gran antológica en España y se inauguró hace un par de semanas en la Fundación Mapfre. Allí permanecerá hasta el 7 de mayo. A Leonora Carrington, que fue una mujer de genio en todos los sentidos, la llaman la última surrealista y su vida es tan novelesca, tan cargada de dramatismo, que existe el riesgo de que la artista sea ensombrecida por el personaje.
Leonora Carrington, hija de un industrial de Lancashire, una inglesita de familia acomodada, de educación cosmopolita y carácter rebelde, se unió en Francia a la bohemia surrealista, se enamoró de Marx Ernst y Marx Ernst se enamoró de ella, juntos en 1939 se instalaron en el sur de Francia, en Saint-Martin d’Ardèche, en una casita que llenan de amor y de arte. Ella la decora por dentro con sus pinturas y él hace otro tanto en el exterior.
El paraíso y, de pronto, el infierno. Marx Ernst, alemán, es detenido y enviado a un campo de trabajo. Leonora Carrington sufre un colapso nervioso. Desesperada, viaja a España buscando ayuda para liberarlo. Por si fuera poco lo sucedido durante el último año, a su llegada a Madrid es violada por cuatro soldados, uno tras otro, y una vez desechada la abandonan en el Retiro, con el cuerpo magullado y la ropa destrozada. Tenía apenas 23 años. La cabeza de Leonora estalla, enloquece, y su padre, que quería hacerla volver al redil y le seguía la pista desde Inglaterra, ordena su internamiento en un sanatorio mental de Santander, donde fue sometida a tratamientos brutales, que ella misma relató luego en sus Memorias de abajo.
Cuatro soldados la violaron al llegar a Madrid, con 23 años, y quedó abandonada en el Retiro, con el cuerpo magullado
Leonora Carrington sobrevivió a todo aquello y aún le sobró energía para despistar a la enfermera que, tras un par de años de internamiento en aquella pesadilla, debía custodiarla y conducirla a un nuevo centro psiquiátrico, esta vez en Sudáfrica. La pintora contactó con el escritor mexicano Renato Leduc, que se casó con ella para facilitarle la huida. Juntos volaron desde Lisboa a Nueva York y después de algunas otras vicisitudes, infinitamente menos penosas que las que dejaba atrás, Leonora Carrington acabó instalándose en México, donde reverdeció y floreció de nuevo.
A la vista está que las vivencias de Leonora Carrington son apabullantes y que es difícil no dejarse llevar por ese relato de infortunios y audacia. Tendemos a hablar más de su biografía que de su obra, que es excepcional y que ensalza la feminidad, la naturaleza y las corrientes misteriosas de sabiduría que atraviesan la materia.
Pinturas raras, difíciles de interpretar, que beben de muchas fuentes y en las que revelaba lo que no es capaz de contar, porque Leonora Carrington llevó en silencio, durante años, sus traumas. Fue una mujer apasionada y la pasión por el arte la salvó. Murió a los 94 años, en 2011, en México.
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