Opinión | ESPEJO DE PAPEL

Lectores y Vaqueros. Con Javier Marías en Soria

Fotografía de archivo del escritor español Javier Marías.

Fotografía de archivo del escritor español Javier Marías. / EFE/ J. P. Gandul

Emilio Ruiz, poeta, escritor, que ahora trabaja en el rescate de María Zambrano y mantiene una huella de profesor y ciudadano en Puerto Rico, es de Soria, conoció de chico a Javier Marías, que veraneaba allí con sus padres y con sus hermanos, siendo el más joven de una familia que durante esos noventa días que entonces duraban los veranos leía como si no hubiera inviernos. Su hermano Miguel, crítico de cine, economista, entre mil cosas, el mayor de los Marías, calcula que entonces cada miembro de aquella familia que presidían los padres, Julián Marías y Lolita Franco, leía en ese periodo de asueto cerca de 280 libros.

Pues Emilio, afecto a esa familia que ha dado de sí tanto genio, quiso dedicar al autor de Mañana en la batalla piensa en mi, fallecido el último verano, un homenaje en el Casino de la ciudad de sus veraneos, y de su vida, pues allí no sólo leyó el joven Marías, como lo llamaba Benet, sino que escribió y, en cierta manera, se hizo hombre. Ha habido algunos homenajes, sobre todo en Madrid, su ciudad natal, pero Javier Marías tenía que protagonizar uno en este territorio machadiano que este jueves se parecía a Estocolmo, pues el invierno soriano es como una redundancia de hielo y de escarcha sobre la cual sonaron con emoción e inteligencia muchos parlamentos que añadieron saber a lo que ya se conoce de escritor tan importante.

Tomé algunas notas, a mano, pero también grabé las intervenciones, con lo cual tengo cierto material para hacer crónica de lo que se escuchó en un teatro abarrotado de gente cuyo lugar común, en relación con Javier Marías y su memoria, es el afecto, la admiración, también la estupefacción de no haber asimilado aun la noticia fatal de su muerte. Emilio Ruiz recordó que el pequeño de los Marías pasó muchos veranos en Soria, “desde que era niño hasta que cumplió los diecinueve”. Luego, dijo, “dejó de venir y, muchos años después, volvió a la ciudad porque recordaba un pasado feliz. También”, añadió, “porque aquí podía pensar, reflexionar y escribir”.

En cuanto a su escritura, el moderador le pidió a su editora de Alfaguara, donde publicó todos sus libros, desde 2002, que contara cómo era la relación del autor de Negra espalda del tiempo con las exigencias de una editorial y con el propio proceso de publicar. “Javier fue un escritor muy particular”, comenzó diciendo Pilar Reyes. “Sentía que su función era escribir libros y hacer una defensa pública de los mismos, porque eso le permitía relacionarlos con la sociedad. Pero para eso tenía que prestarse a la promoción y eso sí que a él no le gustaba”.

Marías, al contrario que muchísimos de sus colegas, “no quería dar entrevistas, posar para los fotógrafos, hacer actos de presentación… A él le importaba que el libro estuviera a la altura de sus ambiciones, y ya. Por eso, entre otras cosas”, añadió la editora de Alfaguara, “era un gran escritor”. Además, como es notorio por las polémicas que generó, “opinaba con mucha libertad; decía que no quería conocer a los políticos, por más que se acercaran a él, porque así luego podía escribir sus columnas más libremente”.

El primer libro en el que trabajó Pilar Reyes con Javier Marías fue Los enamoramientos (2011), “una novela que contó con mucho beneplácito del público… Lo interesante es que ese éxito no determinó sus siguientes libros. Él era tan libre que dijo: ´ahora haré otros libros diferentes`. Y así lo hizo y siguió triunfando. Tenía, pues, una personalidad fuerte y rotunda y, como también era editor, le importaba el proceso editorial y así, en lo que respecta a nuestro propio trabajo, todo con él Fue muy nutritiva, e incluso divertida, la intervención de su hermano mayor, Miguel, participante de aquella vida soriana tan decisiva para los chicos y para los padres. Crítico de cine, entre otras actividades que lo convierten en tan sabio como los demás de la familia (en la sala estaba Fernando, catedrático de Historia, dos años mayor que Javier), fue el que, eso dijo, “más trato tuve con él después de la muerte de nuestros padres… Hablábamos todos los días y, además, siempre leía sus libros. Pero lo que más recuerdo son nuestros veranos sorianos”.

“Nosotros acabábamos de volver de Estados Unidos y aquí nos llamaban los tres tejanos, porque nos disfrazábamos de vaqueros por el cine que veíamos… Pero en esos veranos de noventa días lo que más hacíamos era leer libros. También veíamos películas de vaqueros, es verdad, porque nos gustaba mucho el cine. Javier era muy cinéfilo y muy lector. A él le gustaban mucho John Ford, Hitchcock y el cine italiano de mediados de los 70. Eso me parece que influyó en su escritura y pienso que dotó a sus novelas de ritmo y velocidad”.

Javier era muy cinéfilo y muy lector. A él le gustaban mucho John Ford, Hitchcock y el cine italiano de mediados de los 70"

“Se irritaba”, contó Miguel, “porque decía que él tardaba mucho en escribir una novela y luego nosotros la leíamos en tres días”. Ahí intervino Pilar Reyes para recordar que a su autor “le gustaba mucho que leyéramos sus artículos y que se los comentáramos. Yo sé que Miguel”, contó, “muchas veces no estaba de acuerdo con los planteamientos de Javier porque él me reenviaba los SMS que tú le enviabas con tus reproches”.

“¡Ja ja ja!”, exclamó el hermano mayor. “Eso también me pasaba con mi padre, que a veces escribía burradas económicas… Yo soy economista, aunque no lo parezca, y sé que eso del paro registrado no es correcto, así que se lo comentaba y eso no le caía muy bien… Con Javier hablaba mucho sobre sus libros. Cuando leí Tomás Nevinson le dije que me pareció una de sus novelas más serias y también más relacionada con Hitchcock… Él tenía esa influencia subterránea de Hitchcock y pienso que por eso hacía párrafos largos”.

Salió Soria en la conversación, naturalmente. Miguel recordó que habían venido desde niños, así que tenían muy presente la ciudad, sus conversaciones, sus hallazgos, sus vericuetos, y algo de ello reaparece, por ejemplo, en Tomás Nevinson, donde surge una ciudad de provincias, aparentemente indeterminada, “que a mi me recuerda mucho a Soria”, señaló. “En Soria, ya lo he dicho, veníamos sobre todo a leer. Y eso es importante para alguien que quiere ser escritor, ¿no? Porque hay quien quiere ser escritor sin leer”.

Tomás Nevinson inspiró a Pilar Reyes una de las intervenciones más rabiosamente editoriales de la noche dedicada al, por otra parte, gran editor que fue (sus libros de otros publicados por el Reino de Redonda es parte esencial de su herencia de enamorado de los libros ajenos). “En los catorce años en que trabajamos juntos”, señaló la directora de Alfaguara, “no me contaba sobre lo que estaba escribiendo. Pero con esa novela hizo una excepción y me dejó leer el principio. Con esa sí, no sé por qué. También recuerdo que llevaba la contabilidad de cuantos días del mes podía ponerse a escribir y de cuántas páginas hacía esos días. Y al terminar el año me daba una hoja que ponía cuántas entrevistas o artículos o presentaciones había hecho en España o en el extranjero, como para que luego no le siguiera pidiendo más intervenciones públicas”.

A Reino de Redonda, la contribución de Marías a la edición de libros literarios, dedicó Pilar Reyes una mirada propia de la editora que es. “Construyó una colección maravillosa, una mirada particular sobre la literatura, en la que hay autores como William Faulkner o Jorge de Ibergüengoitia. Eran libros particulares: no tenían contraportada, eran de tapa dura, con un papel muy bonito, con traducciones excepcionales en el caso de los extranjeros”.

Afuera la nieve evocaba un mundo haciéndose y deshaciéndose a la vez, como si una novela que no escribió Marías estuviera creciendo desde el suelo blanco de una ciudad que no olvida las huellas suyas y las de su familia de lectores y de vaqueros.

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