Opinión | CULTURA

Carta a Barea

Como tantas veces, son extranjeros quienes parecen interesarse más que nosotros mismos por nuestra historia y nuestra literatura

La estantería de una librería, repleta de libros

La estantería de una librería, repleta de libros / Xavier González

Esta semana se presentó en la sede central del Instituto Cervantes en Madrid el libro con el que concluye el trabajo de recuperación y edición en España de la obra escrita en el exilio por Arturo Barea, un empeño personal de William Chislett, antiguo corresponsal de prensa en España y en México y artífice de que la obra y la figura del autor de La forja de un rebelde no hayan quedado perdidas y los españoles podamos conocerlas hoy. Como tantas veces, son extranjeros quienes parecen interesarse más que nosotros mismos por nuestra historia y nuestra literatura.

William Chislett, cuyo interés por la obra y la vida de Arturo Barea, uno de los pocos republicanos que se exilió en Inglaterra en lugar de en Francia o en América, le viene de su descubrimiento de que el escritor de La forja había vivido cerca de donde él pasó su infancia, en el condado de Oxford, ha dedicado varios años de su vida a rastrear sus textos desperdigados o publicados fuera de España y a ponerlos al alcance de los lectores españoles. Tras una exposición en la propia sede del Instituto Cervantes en Madrid realizada a partir de las ediciones y objetos de Barea que el antiguo periodista ha ido reuniendo con el tiempo (entre los que figuraba la máquina de escribir Underwood del escritor, hoy donada a la Biblioteca Nacional de España) y la publicación en español de todos sus libros editados en inglés (en traducción de su mujer, la austríaca Ilsa Barea, autora ella misma de un libro, Telefónica, sobre los meses que convivieron en ese edificio que fue el cuartel general de los corresponsales de guerra en la guerra civil española, cuya edición en nuestro país también promovió Chislett), el periodista inglés ya nacionalizado español tras 30 años en este país concluye su labor con la publicación de los dos últimos textos inéditos de Barea, dos ensayos titulados Lucha por el alma española y España en el mundo de la posguerra, que la editorial que los publica, Espasa Calpe, ha reunido bajo el único título de Contra el fascismo, tan oportuno en los tiempos que corren.

Antes, Chislett había logrado ya que el Ayuntamiento de Madrid (en tiempos de Manuela Carmena) dedicara a Barea la plaza de Lavapiés en la que pasó su infancia y, antes de eso, que un grupo de seguidores del escritor, entre ellos algunos colegas españoles, costearan sendas placas de recuerdo, una en el cementerio de Faringdon en el que reposan sus cenizas y otra en su pub preferido. Se comprende que Chislett resumiera su trabajo en la presentación de Contra el fascismo con esta expresión: “Misión cumplida”.

La intervención de Chislett tuvo una particularidad que hizo de la presentación su personal homenaje a Barea y fue que la escribió en forma de carta, dirigiéndose a él en lugar de a los presentes en la sala. De esa manera, la intervención se convirtió en un acto íntimo, en una declaración de respeto y de gratitud hacia un personaje que le devolvió tanto a Chislett como este le entregó a él y que se inscribe en la tradición de respeto y admiración hacia nuestras letras por parte de extranjeros con los que España tendrá siempre una gran deuda por su contribución a nuestra reconciliación verdadera y no formal. Como escribía Antonio Muñoz Molina, amigo de Chislett y admirador también de Barea, en su prólogo a la exposición sobre éste: “Una guerra tan destructiva y una dictadura tan larga y cruenta como la española hacen muy difícil y hasta imposible el regreso de los que se fueron. Las vidas humanas son muy cortas y la ausencia crea zanjas de desconocimiento que luego son muy difíciles de remediar”.