Opinión | EL TRIÁNGULO

Sin muebles, ni recuerdos

En general olvidamos agradecer las cosas importantes, las necesarias, y acabamos agradeciendo de manera profesional, por educación y sin corazón ni verdad

Los realizadores Gaizka Urresti y Paula Labordeta tras recibir el premio a "mejor película documental" por su trabajo "Labordeta, un hombre sin mas" en los Premio Goya 2023

Los realizadores Gaizka Urresti y Paula Labordeta tras recibir el premio a "mejor película documental" por su trabajo "Labordeta, un hombre sin mas" en los Premio Goya 2023

Agradecer es algo así como devolver las favores recibidos y que fueron entregados con la gratitud de quien sabe que vivir puede ser una haz de luz o un mar de tinieblas. El pasado sábado Labordeta, un hombre sin más recibió el Goya a mejor documental y si fue bonito el momento de las risas, de las palabras y de los brindis, lo es infinitamente más el momento en el que eres consciente de cuánta gente es feliz con tu felicidad y cuánta gente sigue añorando a aquel que supo recorrer los caminos con su mochila, mandar a la mierda con cierta ingenuidad, soñar la libertad, reivindicar Aragón y recorrer páginas vacías buscando palabras que construyeran una historia sin entender que la historia era él. Nunca damos las gracias lo suficiente, creo, y con estas líneas quiero agradecer, porque cuando nos cansamos de agradecer nos convertimos en seres llenos de manchas y de palabras oscuras que solo buscan venganza y timo y que son carroña en lugar de esperanza y lucha.

Agradecer tiene que ser una asignatura compartida y de obligado cumplimiento y debiera ser algo así como el lenguaje con el que aprendemos a reconocer a todos aquellos que nos han hecho mejores o menos tristes, no por la obligación de su cargo, sino por la generosidad de sus vidas. Pero en general olvidamos agradecer las cosas importantes, las necesarias –una sonrisa en un país extranjero, un mano en un hospital, la ayuda en la batalla, el calor en la desolación, el silencio en el duelo…– y acabamos agradeciendo de manera profesional, por educación y sin corazón ni verdad, y eso cada vez nos hace más inhumanos y bastante más imperfectos en esa perfección que buscamos, para que todo lo que resulte contagioso esté lejos de la gratitud y muy cerca de la bronca y del insulto gratuito y demagogo.

Ayer escuché a un hombre, víctima de los terremotos en Siria y Turquía, decir la siguiente frase: «Empezamos desde cero. Sin muebles, ni recuerdos». Me conmovió porque equiparar los muebles a los recuerdos quiere decir que lo has perdido todo y que donde estaba aquel espejo que ya no está tampoco hay recuerdo, como no lo hay en el espacio que ocupaba ese dormitorio o aquel salón y que son vacío y escombro. Había desolación en su rostro y agradecimiento por las manos que salvan y acompañan y sí: agradecer es devolver los favores recibidos y que son entregados con la gratitud de quien sabe que vivir puede ser un haz de luz o un mar de tinieblas.