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Cuando el contacto de tu contacto eres tú

Los contactazos son una rara avis. Yo solo he tenido uno, un hombre de los más altos mundos, de esos que sientes que les podrías pedir cualquier cosa y te la concederían con su varita mágica

Dos personas haciendo networking.

Dos personas haciendo networking. / Unplash

Es natural reírse del dichoso término, networking, pero quien esté libre de haberlo hecho alguna vez que tire la primera piedra. No lo hacemos por gusto, sino porque, lo sé yo, lo sabe usted, y lo sabían los padres del pequeño Nicolás, que le mandaron a un colegio que apenas podían pagar: en este mundo lo que importa son los contactos. Y no digamos ya los contactazos.

Los contactazos son una rara avis. Yo solo he tenido uno, un hombre de los más altos mundos, de esos que sientes que les podrías pedir cualquier cosa y te la concederían con su varita mágica. Pero esa misma inmensidad te confunde y te sobreviene un rapto de orgullo, y piensas: si me doy la vuelta sin pedirle nada, este contactazo, que sabe que soy un pordiosero, se quedará tan estupefacto que mañana vendrá él solito a ofrecerme el mar. Pero eso solo pasa en tus sueños laborales, así que acabé con un palmo de narices.

De los otros, de los contactos a secas, he tenido alguno más, y menos mal, porque a ellos les debo todos los trabajos que he tenido en mi vida. Quizás porque soy trabajador cultural y para nosotros todo discurre por estos cauces. Entrevistas solo he hecho dos en mi vida. En una me preguntaron si me drogaba (y me temo que la respuesta correcta era que sí). Y la otra fue para el Corte Inglés: era obligatorio acudir porque me llamaron a través del paro, aunque ni siquiera la entrevistadora quiso decirme para qué puesto era. No me cogieron. Así pues, tuve que salir a la calle y hacer contactos.

¿Cómo se hace un contacto? Va más o menos así: vas a una presentación de algo y tratas de hacer un comentario que despierte una sonrisa o coseche al menos un enarcamiento de cejas; antes te volvías con un número de teléfono, ahora te basta con hacer un follow y rezar para que el otro recuerde tu nombre.

Esta es la forma más rudimentaria, aunque en LinkedIn un post de la empresa Zumo de Empleo, titulado “Cómo hacer contactos de forma elegante y eficaz”, ofrece algunos detalles para sofisticar la estrategia. María Luisa Cobián, experta en el tema, nos dice que “la próxima vez que te reúnas con un contacto, no empieces a contarle todos los detalles de tu carrera profesional y los requerimientos de tu búsqueda de empleo. (…) Quiero que pienses qué le preguntarías –con genuino interés-, para conocerle.” Y sigue: “Una vez que tienes el contexto, que ya conoces cosas interesantes de esa persona, pregúntale en qué le podrías ayudar tú”.

Esto es importante: “El secreto es que tienes que empezar por DAR. Cuando lo hagas de esta manera, verás cómo la conversación fluye y de repente, ya no eres ‘un pesado más que quiere usarle’, sino que estará contento de haberte conocido”. Y es que quien quiera simplificar o hacer pasar por frías e interesadas las relaciones con un contacto se equivoca. Vale que no es tan mullido ni despreocupado como una amistad, pero en el vínculo con un contacto hay una forma recóndita de afecto. Y, ojo, porque las fronteras son más porosas de lo que parece: no serás el primero que empezó haciendo un contacto y acabó teniendo un amigo.

Hablando de fronteras porosas, hace poco acepté tomarme una cerveza, uno de esos martes fríos en los que no apetece, por la intuición de que aquel que me la proponía era un buen contacto, alguien que me podría echar un cable el día de mañana. Tomamos una y luego otra. Hablamos un poquito de mí, otro poquito de él, y mucho del entorno profesional compartido. Yo aún no había leído a María Luisa Cobián, pero ya intuía que lo mejor es empezar por dar, así que cuando se acabó la conversación, fui a pagar. Cuál fue mi sorpresa cuando el otro hizo en espejo mi mismo movimiento. Y pude ver en su cara reflejada mi decepción, pues era la misma, por haber descubierto, ya pasadas las once y todavía con más frío, que los dos éramos pordioseros creyendo que el contacto era el otro.