Opinión | IGUALDAD

Solo acuerdo es acuerdo y solo consenso es consenso

La ley del 'solo sí es sí' no era un cambio legislativo orientado a endurecer las penas a los agresores, sino una ley orientada a reforzar el consentimiento y también a educar en ello

Irene Montero atiende a los micrófonos de La Sexta.

Irene Montero atiende a los micrófonos de La Sexta. / Gustavo Valiente

Llevamos toda la semana de debates intestinos con la ley de 'solo sí es sí', llevamos todo el mes hablando del tema. Y no entiendo como en el Gobierno no son capaces de llegar a un acuerdo para resolver esta situación.

La ley del 'solo sí es sí' venía a atender una demanda del movimiento feminista, expresada desde todas las concentraciones frente a la violencia machista de la siguiente forma: "Hermana, yo sí te creo". Es una ley que ha venido a poner el consentimiento en el centro y, en ese sentido, ha sido un gran avance para todas las mujeres que han sufrido y sufren violencia de género.

Básicamente hemos pasado del marco de “solo no es no” que teníamos antes, que obligaba a la víctima a demostrar que se había opuesto o se había resistido a la agresión, a un marco de “solo sí es sí”, que reconoce que muchas, muchas víctimas se quedan paralizadas ante la agresión y no pueden oponerse, lo cual no significa que esto minimice en absoluto la agresión, la violencia o el delito. Así que la ley era necesaria y también era necesario poner el consentimiento en el centro.

La parte más importante de la ley era este cambio de foco, no el aumento de las penas, y así debió explicarse cuando se aprobó

La parte más importante de la ley era este cambio de foco, no el aumento de las penas, y así debió explicarse cuando se aprobó. No era un cambio legislativo orientado a endurecer las penas a los agresores, medida que se ha demostrado ineficaz para reducir los delitos, sino una ley orientada a reforzar el consentimiento y también a educar en ello, cosa que sí es muy útil para reducir los delitos. La ley traía un cambio cultural implícito, que orientaba a relaciones de respeto frente a la imposición, la dominación y hasta la agresión. En mi opinión, esto no se explicó suficientemente, ni se explicó bien, dejando terreno al debate punitivista para avanzar.

Al comenzar a darse los efectos adversos es cuando las lagunas en la explicación se han hecho más evidentes. Es obvio que las rebajas de penas son un efecto indeseado. Es cierto que la interpretación que se ha hecho en muchos casos es cuestionable. Y es evidente que hay un interés, en los sectores contrarios a la aprobación de esta ley, en generar mucho ruido con la rebaja de las penas. Está claro que todo ello ha generado preocupación y alarma social.

Una alarma social que no se resuelve cuestionando públicamente el trabajo de los jueces, aunque podamos discrepar de algunas actuaciones. Tampoco negando la existencia del problema. Por eso creo que, siendo una ley del gobierno, el gobierno debía ofrecer una solución. Una solución acordada, una solución que mantenga el consentimiento en el centro de la ley, una solución que evite los efectos no deseados y, sobre todo, una solución que tenga el acuerdo de todas las fuerzas políticas que forman la mayoría del arco parlamentario y votaron a favor de la Ley.

A quien mejor le salen las cuentas con estas discusiones es a la derecha más beligerante contra esta ley, que saca rédito del ruido, de la polémica, de la inflamación

Poner sobre la mesa una propuesta que no tiene el acuerdo de las partes, que vuelve a incidir en la subida de penas, que vuelve a centrar el asunto en la agresión en vez de en el consentimiento, no ayuda al acuerdo. Las declaraciones cruzadas entre miembros del gobierno descalificando las posiciones, no ayudan al acuerdo. El cálculo electoral de cómo influye esto en el electorado de cada uno, no ayuda al acuerdo. Porque a quien mejor le salen las cuentas con estas discusiones es a la derecha más beligerante contra esta ley, que saca rédito del ruido, de la polémica, de la inflamación.

La ley entró en vigor en octubre y, aunque casi no nos ha dado tiempo a tener ejemplos positivos que seguro los habrá, desde muy pronto se vieron los efectos indeseados. Seguro que existen soluciones que puedan contar con el acuerdo de las partes, si lo que de verdad nos importa es resolver el asunto con el foco en la violencia machista. Tiempo ha habido para buscarlas. Un asunto tan grave e importante como la violencia sexual, no debería convertirse en un arma electoral. Dialoguen, acuerden, arreglen lo que no funcione, y lleven al parlamento una propuesta de consenso cuanto antes, que pueda ser votada a favor por la misma mayoría parlamentaria que sacó la ley.

El principio de esta legislatura estuvo condicionado por una continua exhibición de las diferencias dentro del gobierno, que eran llevadas al espacio público. Pero esa pantalla la habíamos pasado ya para centrarnos en los avances y no sería deseable que, al final de la legislatura, volviésemos a esa dinámica que no le mejora la vida a nadie.