Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Se consolida el voto de castigo en Ecuador

Las elecciones habían provocado la atención de los ecuatorianos, deseosos de encontrar una vía de escape pacífica para su difícil situación

ECUADOR-POLITICS/

ECUADOR-POLITICS/ / KAREN TORO / REUTERS

A medida que se van conociendo los resultados oficiales de las diferentes elecciones celebradas en la jornada del domingo último en Ecuador (locales, regionales y referéndum) se van concretando algunas tendencias políticas expresadas a lo largo del proceso, comenzando por el fuerte impacto que en él está teniendo el voto de castigo al oficialismo. En un contexto caracterizado por un incremento notable de la violencia y del narcotráfico, y con el recuerdo aún fresco de los pavorosos efectos de la pandemia, las dos caras de los comicios parecen ser la derrota de las ocho propuestas de reforma constitucional impulsadas por el presidente Guillermo Lasso y el avance del Movimiento Revolución Ciudadana (RC), liderada por el exiliado ex presidente Rafael Correa, con buenos números en ciudades tan emblemáticas como Quito y Guayaquil.

Una de las grandes preocupaciones de estos comicios fue el ambiente enrarecido en que tendrían lugar. En los últimos años Ecuador se ha convertido en un gran escenario para que prospere el desarrollo del narcotráfico, lo que ha atraído la atención de los grandes cárteles de la droga de México (Nueva Generación y Sinaloa), Colombia (Clan del Golfo) y Brasil (Comando Vermelho). Su presencia no solo ha supuesto sangrientos enfrentamientos por el control del territorio y de las cadenas de distribución, sino también ha provocado un reguero de víctimas mortales en las cárceles, convertidas en un campo de batalla esencial entre las diferentes bandas. De este modo, 2022 se ha cerrado con una tasa de homicidios de 25 cada 100.000 habitantes, convirtiendo al país en uno de los más violentos de América Latina, de por sí la región más violenta del mundo.

De forma preocupante estos episodios se trasladaron a la política y durante la campaña electoral hubo al menos 15 atentados contra distintos candidatos a partir del momento en que se inscribieron para participar en la contienda política. De ellos dos concluyeron con muertos. El último tuvo lugar en la teórica jornada de reflexión, cuando ya estaba vigente el período de “silencio electoral”, un silencio que las balas no respetaron, ya que la noche del 4 de febrero fue asesinado Omar Menéndez, candidato de RC para la alcaldía de Puerto López, una pequeña población de la provincia de Manabí, en la costa pacífica.

Pese a este contexto tan desfavorable, las elecciones habían provocado la atención de los ecuatorianos, deseosos de encontrar una vía de escape pacífica para su difícil situación. Esto fue así a tal punto que la participación en la jornada electoral fue del 80,74% del censo, una cifra que mantiene la tendencia histórica de alta participación en las últimas elecciones. Y ello pese a que en Ecuador hay una extraña combinación del voto obligatorio (para los ciudadanos de entre 18 y 65 años) y optativo (quienes tienen 16 y 17 años y los mayores de 65, así como policías y militares en activo, discapacitados, analfabetos y quienes viven fuera del país).

Si bien todavía no es posible hacer una valoración global del voto, pese al carácter más fragmentado que tienen las elecciones locales y regionales, se pueden extraer algunas conclusiones preliminares, como el buen resultado del correísmo. Los buenos resultados de los seguidores del expresidente, constatable tanto en sus feudos tradicionales como a través de nuevas conquistas, fueron mucho más significativos en la provincia de Guayas y su capital, Guayaquil, hasta ahora un bastión del Partido Social Cristiano (PSC). Pese a los primeros datos difundidos por las encuestas a boca de urna, los candidatos de Correa, tanto a alcalde como a prefecto, terminaron imponiéndose a quienes ostentaban los cargos en disputa. Algo similar ocurrió en la provincia de Pichincha y en Quito, su capital, con también sendos triunfos de la RC.

Mucho más lento va el escrutinio de las ocho preguntas del referéndum. Si inicialmente el dominaba en todos los casos, en la mañana del lunes el No el que se imponía de forma clara en cada uno de los supuestos. Sin embargo, el recuento de votos era muy desigual e iba desde el 47% del total para la primera pregunta a casi el 11% en la octava, siguiendo una proporción decreciente. De concretarse el resultado, éste supondría un revés importante para el presidente Lasso que atraviesa uno de los momentos más bajo de su mandato, al que llega solo con un 20% de popularidad. Su apuesta era reforzar su posición de debilidad con el respaldo ciudadano en el referéndum y de esa manera salir del profundo bache en que se encuentra. La persistencia de esta situación podría llevarlo a plantearse la disolución del Parlamento, el mecanismo de la llamada “muerte cruzada”, previsto en el artículo 148 de la Constitución.

Sin embargo, a la vista de estos resultados es posible que el presidente reflexione acerca de las ventajas que le supondrían unas nuevas elecciones parlamentarias. A la espera de que se confirmen los resultados electorales y se realicen las valoraciones correspondientes, la cuestión decisiva será ver cómo se llegará a las próximas elecciones presidenciales, que teóricamente deberían tener lugar en el primer semestre de 2025. En la actualidad el voto de castigo parece que ha sido contundente, pero resta ver cómo se terminará expresando dentro de dos años y cuál sea el papel que juegue entonces Rafael Correa.