Opinión | UNIÓN EUROPEA
Cautela de la UE con Ucrania
Los Veintisiete subrayan su compromiso con el país agredido por Rusia pero sin acelerar los pasos para un rápido ingreso en el club comunitario
El reciente viaje a Kiev de una delegación de la Unión Europea encabezada por la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha realzado el compromiso de los Veintisiete con el país agredido por Rusia, pero también ha dejado claro los requisitos que debe cumplir Ucrania para iniciar las conversaciones que lleven a su adhesión al club. Si el pasado junio se le reconoció la condición de país candidato, un infrecuente trámite exprés con el que se quiso subrayar el apoyo europeo después de la invasión rusa, ahora no es posible acelerar los pasos para el ingreso y solo a finales de año, cuando Bruselas examine el progreso en las reformas reclamadas a Ucrania, será factible vislumbrar un calendario aproximado.
Como ha recordado Von der Leyen a la Administración ucraniana, el procedimiento de ingreso no descansa sobre un sistema de plazos, sino de objetivos y méritos: el candidato debe cumplir ciertas condiciones, reseñadas en siete apartados, antes de abrirse la negociación. En este caso implica introducir cambios en la justicia, en la lucha contra la corrupción y en la interferencia de los oligarcas en las instituciones del país. No son asuntos menores, sino un saneamiento en profundidad del sistema que, para mayor dificultad, debe salir adelante sin que cesen los combates, como tuvo ocasión de comprobar la delegación europea.
Kiev debe cumplir condiciones como luchar contra la corrupción y contra la interferencia de oligarcas
Un segundo factor de relevancia a tener en cuenta es que hay sectores económicos esenciales diezmados por la guerra. Las fuentes de energía están seriamente dañadas o en manos rusas –la megacentral nuclear de Zaporiyia– y las exportaciones de grano dependen de un acuerdo con Rusia a través de terceros. Además, la adhesión de Ucrania a la Unión Europea plantea problemas de orden práctico inmediato que no ha debido afrontar Bruselas en las anteriores ampliaciones. Incluso si Ucrania cumple en el corto plazo las condiciones fijadas, es poco menos que imposible que se concrete su ingreso a medio plazo mientras la guerra lo condicione todo.
A todo ello deben añadirse las reticencias de algunos socios, con viejos vínculos económicos y emocionales con Rusia –Hungría, Bulgaria, Rumanía–, y de otros que albergan dudas sobre el esfuerzo presupuestario al que eventualmente obligaría el ingreso de Ucrania, para cuya reconstrucción se barajan cifras astronómicas. Las incertidumbres económicas derivadas de una guerra que está a punto de cumplir un año, las tensiones para cerrar el décimo paquete de sanciones al régimen ruso y la inquietud por los efectos que puedan tener en los mercados energéticos abonan tales reservas.
La solidaridad europea con Ucrania desde que estalló el conflicto ha sido un hecho. Pero, al mismo tiempo, frente a las comprensibles prisas del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski para reforzar su vínculo con Bruselas, son igualmente lógicas las cautelas comunitarias. Porque un ingreso apresurado metería de lleno la guerra dentro de los límites de la Unión y cambiaría por completo la naturaleza de su implicación solidaria en el conflicto.
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