Opinión | DEMOSCOPIA

El centro es lo que era

El proceso de desaparición de Ciudadanos se inició con la estrategia de pactos autonómico que conformó tras los comicios de 2019 y con su estrategia electoral con la que abordó la repetición electoral en las generales de ese mismo año

Inés Arrimadas conversa con Carlos García Adanero.

Inés Arrimadas conversa con Carlos García Adanero. / EUROPA PRESS

Se le atribuye a uno de los padres del actual sistema electoral español una frase según la cual en España nunca triunfó un partido democratacristiano porque en nuestro país, en aquel momento, los demócratas no eran cristianos y los cristianos no eran demócratas.

El mismo juego de palabras no se le puede aplicar a los partidos de centro, pero lo cierto es que, aunque su presencia, notoriedad e influencia política ha sido más amplia que la de los democristianos, su éxito ha sido siempre efímero. Probablemente porque, aunque los españoles que se consideran de centro sí son demócratas, no todos los demócratas se ubican en ese espacio ideológico.

Haciendo un poco de historia cabe recordar los momentos gloriosos cuando la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez superó los seis millones de votos y consiguió más de 160 diputados en las dos primeras citas electorales tras la restauración democrática. Un sueño (inducido, sin duda) interrumpido abruptamente por el tsunami socialista de 1982 que redujo el apoyo a los centristas por debajo del millón y medio postrándolos a una posición político electoral totalmente subordinada (cuarta fuerza en el conjunto de España). Con todo, y ya bajo la denominación de Centro Democrático y Social, mantuvo su presencia en el Parlamento durante dos legislaturas más hasta que en los comicios de 1993, los apenas cuatrocientos mil votos que obtuvieron no le reportaron representación alguna. Transcurrieron 16 años entre la gloria y el olvido. El doble de tiempo de vida que, según la mayoría de las encuestas publicadas, va a gozar Ciudadanos.

La formación naranja logró más de tres millones de votos en las elecciones de 2015 y en las de 2016 (40 y 32 diputados), por encima de los cuatro millones en los primeros comicios de 2019 (57 escaños) y por debajo de los dos en las segundas elecciones celebradas ese mismo año (y solo 10 asientos). Ahora, según los últimos datos (tomemos, por ejemplo, los del último Barómetro del CIS) la formación liderada por Inés Arrimadas estaría en torno al medio millón de votos en el conjunto de España que no le reportarían ningún representante en la Cámara Baja.

En realidad, como suele ocurrir en España, fueron las elecciones municipales de 1991, en las que el CDS bajó del millón de votos, las que anticiparon el fiasco electoral del CDS en las generales de dos años después. Ahora, a cuatro meses de los comicios locales, los datos presagian unos resultados muy parecidos para Ciudadanos. Los últimos son los aportados por el CENTRA, el Centro de Estudios Andaluces, según los cuales, el partido naranja se quedaría sin representación en los Plenos municipales de las ocho capitales de provincia andaluzas. Perdería los 27 concejales conseguidos en 2019: dos en Almería, tres en Cádiz, cinco en Córdoba, cuatro en Granada, tres en Huelva, cuatro en Jaén, dos en Málaga y cuatro en Sevilla.

Unos datos demoscópicos que no deben sorprender a nadie considerando los resultados conseguidos por esta formación política en cada uno de los procesos electorales autonómicos celebrados desde las generales de 2019: perdió 30 de los 36 diputados que tenía en la Generalitat en los cómicos de 2021, los 26 diputados con los que contaba en la Asamblea de Madrid en las autonómicas de 2021, 11 de los 12 escaños en las Cortes de Castilla y León en 2022, y los 26 asientos en la Junta de Andalucía logrados en las elecciones del año pasado.

En realidad, el proceso de desaparición de Ciudadanos se inició con la estrategia de pactos autonómico que conformó tras los comicios de 2019 y con su estrategia electoral con la que abordó la repetición electoral en las generales de ese mismo año. Durante ese tiempo abandonó alguno de sus principios que fundamentaban su presencia en el tablero político: la regeneración de la vida política y la conformación de gobiernos desde el centro que evitaran la polarización y el bloqueo político. Ahora solo se barajan dos opciones. O integrarse como corriente dentro del PP, como ha propuesto la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, o desaparecer con las botas puestas como estiman las encuestas. Los populares no tienen prisa porque la mayoría de los votantes de la formación naranja parecen haberse decantado ya, personalmente, por la primera opción. Pero, ojo, que al PP le conviene electoralmente más que Ciudadanos no exista a que sea partido zombie que reste votos a los otros dos partidos de la derecha sin lograr aportar ningún escaño al bloque. Y en este sentido, aunque la capacidad de negociación de los dirigentes de Ciudadanos (algo que no ha sido precisamente su fuerte a lo largo de sus años de existencia) se reduce según pasan los días, el PP debería mostrarse generoso en las conversaciones.

En todo caso, sea por activa (integración) o por pasiva (la muerte natural) lo cierto es que el espacio de centro volvería a quedar huérfano de representación partidista en nuestro país. Al final, en una cosa iba a tener razón Margaret Thatcher cuando dijo aquello de que: “estar en medio de la carretera es muy peligroso; te atropella el tráfico de ambos sentidos”.